La regla de oro del capital: privatizar las ganancias
y socializar las pérdidas y las deudas
Resumen Ejecutivo
Solemos escuchar frecuentemente frases como el fracaso económico de casi medio siglo que arrastra la Argentina se debe a las políticas neoliberales; las políticas implementadas en la década del 90 fracasaron; etc. Una de las habilidades de los grupos de poder y los medios de comunicación que les son afines se especializan en la construcción de una subjetividad donde los beneficios que puedan obtenerse por las políticas económicas que se implementan sean apropiados por esos grupos en detrimento del resto de la sociedad y de extender la responsabilidad del fracaso con los consiguientes daños a la mayoría de la población o sea: privatizar los beneficios y socializar las pérdidas.
En este documento intentamos abordar la compleja cuestión de las denominadas crisis económicas de nuestro país y si en la gestación de ellas estuvieron involucradas personas o grupos económicos con el objetivo de obtener beneficios financieros, identificando a los actores y los mecanismos empleados.
A través del análisis exhaustivo de las crisis económicas recurrentes en Argentina encontramos un patrón persistente de transferencia de riqueza y concentración de capital y poder. Si bien las crisis tienen su origen en fenómenos del capitalismo que son multicausales, la evidencia sugiere que actores económicos específicos han capitalizado y, en ocasiones, exacerbado estas condiciones.
La “intencionalidad” implica que la generación ex nihilo de una crisis, utilizará en ese marco la manipulación estratégica de condiciones preexistentes, la influencia en el diseño de políticas públicas durante y después de los períodos de inestabilidad, y la explotación activa de las dinámicas de crisis para asegurar beneficios económicos extraordinarios.
Los hallazgos clave indican que un universo altamente concentrado de actores económicos y financieros ha obtenido ganancias significativas a expensas del Estado y de la población en general. Los mecanismos recurrentes incluyen la fuga de capitales a gran escala, la nacionalización de deuda privada, la pesificación asimétrica de activos y pasivos, la especulación financiera a través de instrumentos como las LEBACs (Letras del Banco Central), y procesos de privatización estratégicamente diseñados con marcos regulatorios favorables. Estos patrones demuestran una interacción dinámica entre el poder económico y la formulación de políticas, donde las crisis son utilizadas para la reconfiguración y concentración de la riqueza.
Introducción: La Naturaleza de las Crisis Económicas en Argentina
Quienes vivimos en Argentina estamos habituados (y hemos naturalizado) que tenemos una historia económica marcada por la recurrencia de crisis, frecuentemente caracterizadas por alta inflación, endeudamiento externo significativo y profundos estallidos sociales 1 Estas crisis no son eventos aislados, sino que a menudo se entrelazan con problemas estructurales arraigados y modelos económicos específicos que se han adoptado y reformado a lo largo del tiempo.1 Comprender este patrón histórico es fundamental para investigar la hipótesis central de este informe: la participación activa de ciertos actores en la exacerbación de estas crisis para obtener beneficios económicos. Y acá resulta fundamental entender que lo que denominamos “crisis” no es el resultado de una incierta naturaleza social (nosotros) sino de mecanismos sociales, políticos y económicos que son utilizados y aprovechados por los grupos concentrados de poder (ellos). Hemos encontrado que estos actores que cuentan con un poder económico considerable, han actuado activamente para aprovechar o intensificar aquellas condiciones, o han influido en las políticas durante y después de las crisis, con el fin de asegurarse beneficios financieros. Esto sugiere una participación estratégica y activa que trasciende el simple beneficio pasivo de las dinámicas del mercado. La “intencionalidad” en este contexto no se refiere a la creación original de la inestabilidad (que es una cualidad inherente al capitalismo), sino a la capacidad de ciertos grupos económicos y financieros para moldear las respuestas políticas y explotar las condiciones de crisis para su propio enriquecimiento. La “valorización financiera”, por ejemplo, ha sido descrita como un eje central en la estrategia de acumulación de capital de los sectores dominantes 5, lo que denota una estrategia deliberada más que un resultado fortuito. De manera similar, el diseño de políticas como la pesificación asimétrica 6 o la utilización de fondos del FMI 11 favoreció claramente a grupos específicos. Por lo tanto, la “causación intencional” se reinterpreta como un “aprovechamiento estratégico y captura de políticas”, una perspectiva que encuentra un sólido respaldo en la evidencia disponible.
El informe se centrará en cómo los grupos económicos y los individuos se posicionan estratégicamente e influyen en las políticas para extraer riqueza o transferir pérdidas durante períodos de inestabilidad.
Análisis de Crisis Clave y Actores Involucrados
La Hiperinflación de 1989-1990: Desestabilización y Reconfiguración del Poder Económico
La hiperinflación que azotó Argentina a fines de la década de 1980 y principios de la de 1990 constituyó un punto de inflexión crítico, marcando no solo un colapso económico, sino también una reconfiguración profunda del poder económico. La crisis culminó drásticamente el 6 de febrero de 1989, cuando el Banco Central de la República Argentina (BCRA) agotó sus reservas de divisas, principalmente dólares estadounidenses, para subastar y satisfacer la demanda, lo que llevó a su retiro del mercado cambiario. Este evento desencadenó una espiral de fuerte depreciación del austral, la moneda argentina de la época, acompañada de aumentos continuos en las tasas de interés y un agravamiento del déficit fiscal.13
Durante la presidencia de Raúl Alfonsín la situación económica y social llevó a un estancamiento salarial y un aumento significativo de la pobreza, que pasó del 5% en 1975 al 37% en 1982 en el Gran Buenos Aires.13 El Plan Austral, que fue presentado para estabilizar los precios, finalmente colapsó, provocando una caída masiva de los salarios reales, que llegaron a disminuir hasta un 90% medidos en dólares, y un aumento vertiginoso de la pobreza.13 A esta situación se agregó la grave situación en materia de energía y una falta crónica de inversión en infraestructura 13, lo que creó un entorno de extrema fragilidad económica y alta incertidumbre. Este escenario, caracterizado por una rápida depreciación monetaria y una inflación descontrolada 7, generó inmensas oportunidades para el arbitraje financiero y la transferencia de riqueza. La rápida escalada de la inflación después del salto del dólar creó condiciones propicias para ganancias especulativas.
Durante la crisis, los “sectores más ricos retiraron depósitos bancarios, retuvieron dólares de exportación y demoraron deliberadamente el pago de impuestos”.13 Esta conducta no sólo exacerbó la corrida cambiaria y la crisis fiscal, sino que también indica una acción estratégica para proteger y aumentar su riqueza en un contexto de incertidumbre. La Unión Industrial Argentina (UIA) y la Cámara Argentina de Comercio (CAC), inicialmente, mantuvieron acuerdos de precios, pero luego abandonaron públicamente el comité de seguimiento de precios, culpando al gobierno por sus políticas de precios reprimidos.14 Esto sugiere una retirada coordinada de la cooperación por parte de sectores empresariales clave, lo que intensificó la presión sobre la economía.
Es crucial destacar que la “generación de tasas de ganancias no realizables en dólares” fue explícitamente señalada como el “carácter esencialmente político” de los aumentos de precios.14 Esto implica que las alzas de precios no fueron meras reacciones del mercado, sino decisiones estratégicas de actores poderosos para generar ganancias extraordinarias en un entorno inflacionario. Más aún, el propio presidente Alfonsín admitió que su gobierno “no se animó a plantear de manera abierta la conducta del establishment en la desestabilización”.7 Esta declaración, constituye un reconocimiento directo del papel activo y perjudicial del establishment en la crisis. La conjunción de estas evidencias —la contribución activa de sectores adinerados a la fuga de capitales y la angustia fiscal mediante la retención de fondos, el retiro de cooperación de asociaciones empresariales clave en acuerdos de precios, la mención explícita de “tasas de ganancias no realizables en dólares” impulsando los aumentos de precios, y la admisión directa de Alfonsín sobre la “conducta del establishment en la desestabilización”— sugiere fuertemente un esfuerzo coordinado por parte de poderosos grupos económicos. Esto va más allá de un beneficio pasivo; indica una contribución activa a la desestabilización que creó las condiciones para una transferencia masiva de riqueza y forzó un cambio en el gobierno y el modelo económico. El término “golpe de mercado” se ve respaldado implícita y explícitamente por este conjunto de pruebas.14 Por lo tanto, la hiperinflación no fue únicamente el resultado de una mala gestión gubernamental, sino que fue exacerbada, e incluso activamente impulsada, por las acciones estratégicas de actores económicos poderosos que buscaban forzar un cambio en el modelo económico y extraer beneficios del caos resultante.
Las consecuencias de la hiperinflación abrieron el camino para una reestructuración económica significativa. Tras la crisis, los dos primeros ministros de economía de Carlos Menem, Miguel Roig y Néstor Rapanelli, fueron designados directamente del influyente grupo económico Bunge y Born.14 Su programa económico implementó de inmediato una devaluación, un aumento de las tarifas públicas y una transferencia sustancial de ingresos de los asalariados hacia los sectores orientados a la exportación.14 La subsiguiente Ley de Reforma del Estado otorgó al poder ejecutivo amplias facultades para intervenir y privatizar empresas estatales.14 Los acreedores bancarios se beneficiaron directamente de estas privatizaciones, ya que pudieron adquirir activos públicos a cambio de títulos de deuda externa.14 Este mecanismo les permitió convertir deuda potencialmente devaluada en activos valiosos. Además, se identificó un “club de treinta deudores”, que incluía nombres prominentes como Héctor Massuh, Fulvio Pagani, Franco Macri, el Grupo Techint y Carlos Bulgheroni, como un grupo de grandes deudores que se beneficiaron significativamente de la reestructuración económica.14 La designación inmediata de ministros de un grupo económico poderoso (Bunge y Born) después de la hiperinflación, junto con la rápida implementación de políticas que transfirieron sistemáticamente ingresos a los sectores exportadores y facilitaron la privatización 14, indica un claro ejemplo de captura de políticas. El mecanismo que permitió a los acreedores bancarios adquirir activos públicos con títulos de deuda externa 14 es una demostración directa de cómo la crisis fue aprovechada para consolidar riqueza y poder. Esto no se trató solo de ganancias individuales, sino de una reestructuración sistémica de la economía para favorecer a facciones específicas del capital, como lo demuestra el “club de treinta deudores”.14 De este modo, la hiperinflación sirvió como un “disciplinador social” 13 que allanó el camino para las reformas estructurales neoliberales de la década de 1990. Estas reformas fueron diseñadas e implementadas para consolidar el poder y la riqueza de grupos económicos específicos, demostrando un vínculo claro entre la crisis y la redistribución intencional de activos e ingresos.
La Crisis de 2001-2002: El Colapso de la Convertibilidad y la Redistribución Asimétrica de Costos
La crisis de 2001-2002 representó el colapso del modelo de convertibilidad y una profunda reestructuración económica que redistribuye los costos de manera asimétrica, beneficiando a actores específicos. La Ley de Convertibilidad, vigente desde 1991, había fijado la paridad del peso con el dólar estadounidense. Aunque inicialmente logró contener la inflación, sus aspectos negativos se hicieron evidentes después de 1997, conduciendo a una prolongada recesión a partir de 1998.6 El modelo se volvió cada vez más dependiente de la deuda externa y su refinanciación a altas tasas de interés.15 La situación financiera y los problemas de deuda externa se tornaron críticos, con niveles insostenibles de deuda pública y corporativa.8 Los intentos por estabilizar la economía, como el “blindaje financiero” (un préstamo de US$39.700 millones) y el “megacanje” (una operación de canje de deuda), solo profundizaron la crisis.6
El desencadenante inmediato del estallido social fue la imposición del “Corralito” el 2 de diciembre de 2001, que restringió severamente la extracción de efectivo de los bancos.8 La decisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) de detener el flujo de fondos a Argentina el 29 de noviembre de 2001 provocó una “fuga de capitales incontrolable”.15 La fuga de capitales se identifica como un “elemento decisivo en la estrategia de acumulación de los sectores dominantes”.5 Entre 1975 y 2001, la fuga de capitales locales acumuló US$136.000 millones 9, y solo en 2001, las remesas al exterior del sector privado no financiero sumaron US$29.900 millones, de los cuales el 87% provino de empresas.6 Cuatro bancos principales —Galicia, HSBC, Río y Citibank— manejaron el 62,3% de estas operaciones de fuga de capitales.6 Además, empresas de servicios públicos privatizadas, como Telefónica de Argentina, Repsol-YPF, Telecom Argentina y Edesur, fueron responsables de aproximadamente el 50% de estas remesas en 2001.6 Otras empresas mencionadas en listas de fuga de capitales incluyen Pampa Energía, Western Union, American Express, General Motors, Grupo Clarín, Techint, Arcor y Aceitera General Deheza.17 La magnitud de la fuga de capitales (US$136.000 millones en un cuarto de siglo, con un pico significativo en 2001) y su caracterización explícita como un “elemento decisivo en la estrategia de acumulación de los sectores dominantes” 5 sugiere fuertemente que no fue simplemente una reacción a la inestabilidad, sino una estrategia activa y deliberada. El hecho de que un grupo concentrado de bancos manejara la mayoría de estas operaciones y que las empresas recién privatizadas fueran grandes remitentes 6 apunta a un proceso organizado y sistémico de extracción de riqueza. Este proceso exacerbó la crisis para la población general al agotar las reservas de divisas y limitar la capacidad de respuesta del Estado, mientras que simultáneamente aseguraba activos en el exterior para unos pocos. La fuga de capitales sirvió tanto como causa como consecuencia de la crisis, drenando intencionalmente recursos vitales de la economía doméstica y contribuyendo al colapso del régimen de convertibilidad, lo que luego abrió nuevas vías de ganancias para los mismos actores a través de respuestas políticas posteriores.
Tras el default, la devaluación y los eventos de diciembre de 2001, la pesificación (conversión de activos y pasivos denominados en dólares a pesos) y la devaluación fueron las principales políticas económicas públicas diseñadas para arbitrar la distribución de las pérdidas derivadas de la caída de la convertibilidad.10 A pesar de la promesa inicial del presidente Duhalde de que “el que depositó dólares, recibirá dólares”, esta promesa nunca se cumplió.15 La “pesificación asimétrica” convirtió los depósitos bancarios a una tasa de 1,40 pesos por dólar, mientras que los préstamos se convirtieron a una tasa más favorable de 1 peso por dólar.6 Esta política favoreció en gran medida a los bancos y a los grandes deudores, ya que redujo el valor real de sus pasivos denominados en dólares, al tiempo que se les otorgaron bonos para compensar las pérdidas en los depósitos.6 Posteriormente, el Estado compensó a los bancos por las pérdidas incurridas debido a esta asimetría mediante la emisión de bonos, socializando efectivamente las pérdidas privadas de los bancos y transfiriendo el costo a la sociedad en su conjunto.6 Un análisis crítico señala que la aplicación del mismo criterio de pesificación a pequeños deudores hipotecarios (con ingresos en pesos y poder adquisitivo erosionado) y a grandes empresas exportadoras (muchas con ingresos en dólares y activos dolarizados en el exterior) “profundizó la desigualdad y la regresividad en la distribución de la riqueza”.10 Además, hubo un debate parlamentario sobre una ley que otorgaría “privilegio a empresas con nombre y apellido” 18, citándose a conglomerados mediáticos como “La Nación” y “Clarín” como posibles beneficiarios de exclusiones específicas o tratos favorables.18 El diseño de la pesificación “asimétrica”, donde los depósitos se convirtieron a una tasa menos favorable que los préstamos, transfirió explícitamente riqueza de los ahorristas a los deudores y, crucialmente, a los bancos.6 La compensación estatal posterior a los bancos por estas pérdidas, socializando efectivamente la deuda privada y las pérdidas bancarias 6, es una clara demostración de un diseño de política intencional para proteger y beneficiar a grupos económicos poderosos. La crítica de que esto “profundizó la desigualdad” 10 y la mención directa de “privilegio a empresas con nombre y apellido” 18 sugieren fuertemente que esta fue una elección política deliberada, tomada bajo presión pero con beneficiarios claros (grandes deudores, bancos, grupos mediáticos con conexiones políticas), a expensas de la población general y el Estado. La respuesta política posterior a la crisis, en particular la pesificación asimétrica, fue un mecanismo fundamental para redistribuir la riqueza hacia arriba, ilustrando cómo las élites económicas pueden aprovechar su influencia política durante momentos de colapso sistémico para asegurar y expandir sus posiciones financieras.
La Crisis de Deuda y Fuga de Capitales 2018-2019: Endeudamiento Récord y “Bicicleta Financiera”
La crisis de deuda y fuga de capitales de 2018-2019 se gestó en un contexto de desregulación financiera masiva, que sentó las bases para un endeudamiento récord y una significativa transferencia de riqueza. Al asumir el cargo en diciembre de 2015, la administración de Mauricio Macri (Cambiemos) impulsó un cambio drástico hacia políticas neoliberales, caracterizadas por una extensa liberalización y desregulación del mercado financiero. El objetivo declarado era atraer inversión extranjera y resolver la escasez de divisas.19
Entre las medidas clave implementadas se incluyó la eliminación de los límites a la compra de divisas, la supresión de los requisitos de permanencia mínima para inversores no residentes y el relanzamiento agresivo de las LEBACs (Letras del Banco Central), que se hicieron accesibles a todo tipo de inversores, incluidos los no residentes.19 La resolución del conflicto con los “holdouts” de la crisis de 2001 facilitó la reinserción de Argentina en los mercados de crédito internacionales y permitió la emisión masiva de nueva deuda.19 Argentina obtuvo el acuerdo stand-by más grande en la historia del FMI (US$50.000 millones) en junio de 2018.19 Sin embargo, la propia evaluación ex post del FMI concluyó que el programa no cumplió sus objetivos.20 La desregulación financiera integral y la liberalización del mercado de cambios, impulsadas por el gobierno de Macri 19, se presentaron como un medio para atraer inversiones productivas. No obstante, el resultado observado fue una afluencia masiva de capital especulativo a corto plazo en lugar de inversión productiva a largo plazo.19 Esto sugiere que el diseño de estas políticas, especialmente las altas tasas de interés ofrecidas en las LEBACs, creó deliberadamente las condiciones para el carry trade o “bicicleta financiera”.19 Esta situación indica una elección consciente de priorizar los rendimientos financieros para actores específicos sobre el crecimiento económico real, lo que hizo que la economía fuera extremadamente vulnerable a un “sudden stop” o freno repentino 19 cuando las condiciones cambiaron. La desregulación en sí misma, junto con las atractivas tasas de interés de las LEBACs, actuó como un poderoso imán para el capital especulativo, preparando intencionalmente el escenario para un nuevo ciclo de endeudamiento y fuga de capitales, beneficiando principalmente a quienes se dedicaban al arbitraje financiero.
Las LEBACs se convirtieron en el principal vehículo para atraer capital externo a corto plazo, con un crecimiento de su stock total del 56% en 18 meses, alcanzando los US$50.071 millones en mayo de 2018, lo que garantizaba altas ganancias financieras en dólares (alrededor del 16% anual).19 El mecanismo de la “bicicleta financiera” implicaba que los inversores traían dólares a Argentina, compraban LEBACs con altas tasas de interés en pesos, y luego las vendían, convertían de nuevo a dólares y llevaban las inmensas ganancias al exterior.11 El préstamo del FMI de US$44.500 millones estuvo directamente relacionado con la “fuga de dólares”, técnicamente denominada “formación de activos externos”.11 La fuga total de capitales durante la era Macri alcanzó los US$88.371 millones 21, con US$45.000 millones fugados solo en 2018, una suma “muy similar” al préstamo del FMI.11 Un aspecto particularmente revelador es que el presidente del BCRA, Guido Sandleris, “había anunciado indirectamente que iba a garantizar los dólares para la fuga”.22 El BCRA también intervino en el mercado de dólar futuro, con autorización del FMI, para gestionar la volatilidad del tipo de cambio.22 La correlación directa entre el monto del préstamo del FMI y las cifras de fuga de capitales 11, sumada a la política explícita del BCRA de “garantizar dólares para la fuga” 22 y su intervención en los futuros del dólar 22, indica fuertemente que los fondos del FMI fueron utilizados efectivamente como un “seguro de cambio” para especuladores y aquellos involucrados en la fuga de capitales.12 Esto no es una mera consecuencia, sino una elección política deliberada para facilitar la salida de capitales, beneficiando a quienes habían especulado con altas tasas de interés en pesos. El propio FMI, según informes, había solicitado al gobierno argentino que frenara la salida descontrolada de dólares, una decisión que inicialmente fue rechazada 12, lo que sugiere aún más una elección deliberada para permitir la fuga de capitales. El préstamo del FMI, supuestamente destinado a la estabilidad macroeconómica, fue efectivamente desviado para permitir una transferencia masiva de riqueza del Estado (y de las generaciones futuras, que asumirían la deuda) a actores privados que estaban liquidando sus posiciones en pesos y trasladando activos al exterior. Esto implica una clara intencionalidad en el uso de los fondos, si no en la causa inicial de la crisis.
Las investigaciones sobre el “FMIgate” han identificado a altos funcionarios, incluyendo al expresidente Mauricio Macri, al exministro de Hacienda Nicolás Dujovne, y a los expresidentes del Banco Central Federico Sturzenegger, Luis Caputo y Guido Sandleris, como imputados.12 La Oficina Anticorrupción (OA) los acusó de “malversación de fondos públicos” o “peculado”, argumentando que los fondos del FMI fueron utilizados específicamente para vender dólares en el mercado, favoreciendo así a quienes habían especulado con las altas tasas de interés en pesos (LEBACs).12 La OA solicitó identificar a 100 agentes que realizaron compras netas por US$24.679 millones, a los diez mayores compradores por US$7.945 millones, y a las personas jurídicas que efectuaron compras netas de divisas por US$41.124 millones.11 La OA describió este fenómeno como un “universo hiperconcentrado” que accedió a la divisa norteamericana en el mercado cambiario local.11 La investigación buscaba probar una estrategia para que “los amigos del macrismo se enriquecieran aún más y sacaran el dinero al exterior”, con funcionarios potencialmente “de los dos lados del mostrador”.11 Esto sugiere una estrategia deliberada para beneficiar a unos pocos mega-millonarios a expensas del Estado y de la totalidad de los argentinos.11
Conclusiones
El análisis de las crisis económicas en Argentina, particularmente la hiperinflación de 1989-1990, la crisis de 2001-2002 y la de 2018-2019, revela un patrón recurrente y consistente: existen personas y grupos económicos que han capitalizado y, en ciertos casos, exacerbado intencionalmente las condiciones de crisis para obtener beneficios económicos significativos. La “intencionalidad” se manifiesta no solo como la eventual creación ab initio de la inestabilidad, sino a través de la influencia en el diseño de políticas, la explotación de vulnerabilidades estructurales y la manipulación de los mercados financieros para asegurar una transferencia de riqueza en su favor.
Los actores identificados incluyen:
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Grandes grupos económicos y financieros: Nombres como Bunge y Born (a través de sus ministros en 1989), el “club de treinta deudores” (incluyendo Franco Macri, Grupo Techint, Carlos Bulgheroni en la década de 1990), y conglomerados que se beneficiaron de la privatización y la pesificación asimétrica (como Telefónica de Argentina, Repsol-YPF, Telecom Argentina, Edesur, Grupo Clarín, La Nación).6
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Bancos nacionales y extranjeros: Entidades como Galicia, HSBC, Río y Citibank, que manejaron una parte sustancial de la fuga de capitales en 2001 y se beneficiaron de la pesificación asimétrica y la socialización de pérdidas.6
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Funcionarios públicos y sus allegados: Imputados en la investigación del “FMIgate” (Mauricio Macri, Nicolás Dujovne, Luis Caputo, Federico Sturzenegger, Guido Sandleris), acusados de malversación de fondos públicos al facilitar la fuga de capitales y el “seguro de cambio” para especuladores.11
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Sectores adinerados y especuladores: Aquellos que retiraron depósitos, retuvieron dólares de exportación y demoraron pagos de impuestos en 1989, y quienes se beneficiaron de la “bicicleta financiera” y la formación de activos externos en 2018-2019.11
Los mecanismos utilizados son diversos y se adaptan a las características de cada crisis:
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Fuga de capitales: Un elemento constante y decisivo en la estrategia de acumulación de los sectores dominantes, drenando miles de millones de dólares de la economía y exacerbando las crisis cambiarias.5
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Nacionalización de deuda privada: Transferencia de la carga de deuda contraída por grandes grupos económicos al conjunto de la sociedad, como ocurrió en 1981.6
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Pesificación asimétrica: Una política post-crisis que, al convertir depósitos y préstamos a tasas diferentes, transfirió riqueza de ahorristas a bancos y grandes deudores, con el costo asumido por el Estado.6
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Especulación financiera y “bicicleta financiera”: Diseño de políticas (como las altas tasas de interés de las LEBACs) que atraen capitales especulativos, permitiendo ganancias extraordinarias en dólares a costa de la estabilidad económica y las reservas del Estado.11
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Privatizaciones estratégicas y desregulación: Procesos que, a menudo, permitieron la adquisición de activos públicos a bajo costo o con condiciones favorables (ej. uso de títulos de deuda externa), y la creación de marcos regulatorios que beneficiaron a los nuevos consorcios prestadores de servicios.6
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Influencia en la política económica y “captura del Estado”: La designación de ministros provenientes de grupos económicos específicos, la presión de cámaras empresariales para desestabilizar acuerdos de precios, y la omisión de controles y dictámenes legales en la toma de deuda.7
En síntesis, la evidencia sugiere que las crisis económicas en Argentina, han sido sistemáticamente aprovechadas por grupos económicos y financieros específicos. Estos actores no solo se han beneficiado pasivamente de las fluctuaciones del mercado, sino que han influido activamente en las decisiones de política económica y han empleado mecanismos financieros para consolidar y expandir su riqueza, a menudo a expensas de la estabilidad macroeconómica y el bienestar de la mayoría de la población. Este patrón recurrente contribuye a la concentración de la riqueza y la desigualdad de ingresos a largo plazo en el país.26
Finalmente queremos expresar nuestra preocupación ante afirmaciones tales como:” en Argentina fracasaron las políticas neoliberales…..” No ha ocurrido tal cosa: las políticas neoliberales han consumado en nuestro país una gigantesca transferencia de recursos a los sectores concentrados de poder (ellos) y han provocado el crecimiento obsceno de la desigualdad y la pobreza (nosotros). Si no llamamos a las cosas por su nombre no solo se estara devaluando el valor de la palabra sino que corremos el riesgo de seguir inmersos en los discursos construidos por ellos como forma de perpetuar su poder y dominación sobre nosotros.
AUTOR: Lic. PUR Luis Ostrej
Junio 2025
Obras citadas
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Los malversadores del multimillonario préstamo del FMI | La Procuración del Tesoro reclama que sean indagados Maurico Macri, Nicolás Dujovne y Luis Caputo | Página|12 – Página12, fecha de acceso: junio 11, 2025, https://www.pagina12.com.ar/542119-los-malversadores-del-multimillonario-prestamo-del-fmi
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Crisis económicas en Argentina (2018-presente) – Wikipedia, la enciclopedia libre, fecha de acceso: junio 11, 2025, https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_econ%C3%B3micas_en_Argentina_(2018-presente)
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Distribución de ingresos y riqueza en Argentina Jonathan Báez1 Un rasgo de los últimos gobiernos en América Latina es dismin – FlacsoAndes, fecha de acceso: junio 11, 2025, https://www.flacsoandes.edu.ec/sites/default/files/%25f/agora/files/articulo_argentina.pdf