Repensar la masculinidad desde el territorio implica mucho más que una simple intervención institucional: es una apuesta por transformar las relaciones de género reconociendo la importancia de trabajar con varones en espacios grupales y territoriales. Es por esto que durante 2019 y 2020 el Patronato de Liberados Bonaerense (PLB) comenzó a dictar capacitaciones en masculinidades1 con el fin de iniciar dispositivos liderados por profesionales de cada Delegación y que pudieran funcionar desde una perspectiva local y territorial.
En este marco, en la Delegación Florencio Varela llevamos adelante un dispositivo específico destinado a varones (mayores de 18 años) con causas penales por delitos relacionados con la violencia de género que podrían considerarse leves dentro del espectro penal: lesiones, amenazas, etc. El objetivo de estos espacios es problematizar y revisar críticamente los mandatos de la masculinidad hegemónica, entendiendo que gran parte de las violencias que atraviesan nuestras comunidades se vinculan con prácticas aprendidas y naturalizadas en el marco de modelos patriarcales. Esta tarea se pudo iniciar sostenidamente en 2023 luego de la incorporación de profesionales que pudieran atender esta demanda institucional no sólo por la disponibilidad de tareas sino desde el interés personal y la empatía profesional. Así, se conformó el actual equipo interdisciplinario del que son parte Olga Barrabino y Nadia Paz, licenciadas en Trabajo Social y Denise Rolon, licenciada en Psicología. Ellas abordan las trayectorias de los sujetos desde una perspectiva integral, respetuosa de los derechos humanos y comprometida con la transformación social. Partiendo de que los accionares violentos individuales y grupales responden a la posición subjetiva identificada con los modelos de masculinidad hegemónica representados por el modelo patriarcal, se trabaja principalmente en la reflexión respecto de esos patrones aprendidos e internalizados puestos en acción en la vida cotidiana y en la desigualdad social entre géneros como base para la existencia de la violencia.
La experiencia nos ha mostrado que los espacios grupales son fundamentales para habilitar la reflexión colectiva y el acompañamiento mutuo. En estos encuentros, los varones son invitados a compartir sus trayectorias, cuestionar privilegios y desnaturalizar prácticas que muchas veces perpetúan la desigualdad y la violencia. El abordaje en grupo permite construir confianza y habilitar la palabra, generando un clima propicio para el cambio y el compromiso con nuevas formas de vinculación. El foco está puesto en el análisis conjunto y en la circulación de la palabra, se apela al relato de experiencias individuales, familiares y comunitarias que permitan situar el ejercicio de sus masculinidades en un contexto más amplio que históricamente las ha construido, validado y alentado. Creemos que esta es la forma de marcar el camino hacia el reconocimiento de la existencia de la masculinidad hegemónica como estructurador de las relaciones entre hombres y hacia mujeres y disidencias, y de las violencias que arrastra, pero desde la responsabilidad colectiva.
Existen dispositivos de este tipo en gran parte de la Provincia de Buenos Aires, cercanos contamos con otros espacios en las Delegaciones de Quilmes, Lanús, Avellaneda y Almirante Brown, todos llevan varios años funcionando y por ellos han pasado decenas de grupos de varones. El aspecto más significativo de la experiencia grupal de la Delegación Florencio Varela que nos interesa compartir en esta oportunidad, es que el dispositivo tiene lugar en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, una institución pública y territorialmente enraizada. En términos amplios la población que debe concurrir al PLB tiene escaso acercamiento a espacios de formación en general y a la universidad en particular. Sus trayectorias educativas se suelen ver interrumpidas tanto por el ingreso al sistema punitivo a temprana edad, como por pertenecer a contextos sociales de alta vulnerabilidad donde impera el mandato de la masculinidad hegemónica que los convierte en únicos y principales proveedores económicos para sus familias. Es por esto que invitar a los varones a formar parte de un espacio académico resulta particularmente importante: habilita nuevas posibilidades, produce sentidos y posibilita otras formas de habitar lo institucional. La universidad, muchas veces vista como un lugar ajeno o inaccesible, se convierte en un escenario de encuentro, de reflexión y de producción colectiva de saber. Esta articulación entre el PLB y la UNAJ no sólo potencia el dispositivo, sino que también fortalece el lazo entre las políticas públicas y la vida cotidiana de quienes están o han estado, en algún momento, en conflicto con la ley penal. Para muchas de las personas que participan, este es su primer acercamiento a una universidad pública que en definitiva no es sólo un lugar físico: es un símbolo. Estar ahí tiene un peso, genera impacto. Muchos nunca imaginaron que podían entrar a una universidad, menos aún para formar parte de un espacio que los invite a reflexionar, a pensar, a cambiar. De a poco, ese ámbito que parecía ajeno se vuelve más cercano. Se convierte en un lugar de encuentro, donde se puede hablar y construir algo diferente.
Y también, este trabajo territorial, mancomunado entre instituciones con fuerte presencia local, inaugura la posibilidad de generar conocimiento propio, saber situado en una práctica conurbana. Hay mucho escrito sobre géneros, sobre masculinidades, sobre la desigualdad de poder. La relevancia territorial de esta propuesta reside en que no se trata de una intervención aislada. Trabajamos en y con el territorio, reconociendo que los procesos de inclusión, reparación y prevención de la violencia requieren una mirada situada, sensible a las particularidades de los contextos y a las trayectorias vitales de cada sujeto. En este sentido, el abordaje con varones en torno a la deconstrucción de la masculinidad se vuelve urgente y necesario, no solo por lo que permite desarmar, sino por lo que habilita a construir: vínculos más cuidados, prácticas más igualitarias.
A modo de cierre
Considero que reconocer la existencia de la masculinidad hegemónica, pensar cómo marca nuestras vidas desde múltiples aspectos, romper con las estructuras que perpetúan la desigualdad de poder entre género, así como pensar y habilitar el ejercicio de masculinidades no violentas, no es posible con las masculinidades fuera del debate. Debemos involucrarnos activamente en los procesos de cambio, contribuyendo a la generación de prácticas transformadoras que impulsen un salto cualitativo en las condiciones de vida de los sujetos y en la configuración de los lazos sociales. El impacto que pueden tener experiencias como la que aquí se describe —en el plano individual, familiar y comunitario— es significativo y profundo. Siendo profesionales del Trabajo Social debemos asumir nuestro rol como agentes activos en esta problemática social y en estas experiencias en particular, desde dos sentidos: en primer lugar, la violencia de género requiere una mirada territorial, local, con cercanía a la realidad cotidiana de las personas; y, en segundo lugar, desde la producción de saber, contribuyendo a la construcción de propuestas superadoras de las condiciones actuales, que promuevan la equidad de género, la inclusión social y el ejercicio pleno de los derechos. Sostener estas experiencias, fortalecerlas y, fundamentalmente, sistematizarlas se vuelve una tarea indispensable desde el Trabajo Social no solo por los efectos positivos que generan en quienes participan de ellas, sino también porque permiten construir un cuerpo de saber situado, nacido de la práctica concreta, que enriquece y complejiza el conocimiento de nuestra disciplina.
1 Estas formaciones continúan al día de hoy siendo parte de la preparación de personal ingresante a la institución.
AUTORA:
Ana Robledo Ponce Licenciada en Trabajo Social, Jefa de Departamento Florencio Varela del Patronato de Liberados Bonaerense.