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“Todo lo que nos rodea es falso e irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran. Todo lo material, todo lo venal, transmisible o reproductivo, es extranjero o está sometido a la hegemonía financiera extranjera”.
Raúl Scalabrini Ortiz, Política Británica en el Río de La Plata
Esta cita de Scalabrini Ortiz anuncia lo que Jauretche va a llamar “La falsificación como política de la historia”, título con el que inicia su libro Política nacional y revisionismo histórico. Ambos pensadores se dedicaron a desentrañar la versión oficial de la historia a través del develamiento de la trama oculta que, propagandizadas como “progreso”, terminaban esclavizándonos a los intereses imperialistas. La tarea que ambos realizaron en FORJA fue decisiva para para armar el rompecabezas a la “realidad nacional”. De estos pensadores esenciales que, junto con Hernández Arregui, Abelardo Ramos y otros, se preocuparon por la política nacional, surge un legado que será retomado por la Filosofía de la Liberación y, desde ésta, se desplegará una Pedagógica que es la que nos interesa destacar aquí para pensar nuestra Universidad.
No resulta casual que Dussel inicie el primer capítulo de Filosofía de la Liberación con el título “Historia” para afirmar que todo pensamiento está geopolíticamente situado. Se trata de desenterrar la historia oculta por el imperio y emprender un proceso de des-encubrimiento de los pueblos de América, que se remonta hasta el genocidio, del que hasta no hace tanto, se seguía haciendo referencia como “encuentro de dos mundos”. Si consideramos el pensamiento eurocentrado de nuestras altas casas de estudio —la intelligentzia, como le gustaba decir a Don Arturo—, Dussel propone crear un nuevo centro que dialogue con ese viejo centro del mundo. Para eso desarrolla el método analéctico que trasciende la dialéctica porque se ubica en la exterioridad que es el Otro, el que trae nuevos conocimientos y una nueva ontología.
El Otro es el indígena, el pobre, el excluido, el bárbaro que es parte de esa antinomia absurda que Jauretche definió como la madre de las zonceras que las parió a todas: civilización o barbarie. Era necesaria la anulación del Otro distinto para afirmar el conocimiento que debía instalarse como el “universal” y sostener los beneficios del imperio. “Civilizar” consistía en “desarrollar” a América al modo europeo, no al americano, en separar a los indígenas de sus saberes e imponerles los extranjeros con el nombre de “progreso”. El origen de este problema puede comprenderse desde el aporte de Dussel al situar el inicio de la Modernidad en 1492: el nacimiento del ego conquiro da inicio al ego cogito cartesiano. Por eso, la crítica a la Modernidad es la Transmodernidad: una nueva estructura no erigida sobre las imposiciones coloniales, sino situada en la exterioridad de ese sistema opresor.
Hay en Dussel un reposicionamiento que exige justicia y, por eso, se invierte el proceso de la historia para pensar ahora desde el lugar de las víctimas y del oprimido. La anulación del otro, situándolo fuera de la esfera del ser para imponer una verdad única e indiscutible, una totalidad que se agota en la mirada eurocéntrica, excluyendo lo distinto, fue producto de la Modernidad. “La felicidad de los hombres del imperio suele estar hecha con la desgracia de otros hombres, a quienes se los somete y mantiene disminuidos”, decía Don Arturo en Política nacional y revisionismo histórico. Esta supresión del otro es condición necesaria para el desarrollo del hombre europeo. Es desde el Otro, desde donde parte Dussel, para proponer una Pedagógica de la Liberación.
Nuestra propuesta
Consideramos que, para llegar a ser esa universidad del Pueblo y para el Pueblo con la que Jauretche soñaba, es necesario que tanto estudiantes como docentes y personal no docente también, hagamos propia la tarea de exploración de la colonialidad que nos atraviesa a nosotros mismos. La clave está en no concebirla como un mal instalado en estructuras externas y fuera de nuestro alcance, sino todo lo contrario, como trazos cristalizados en nuestras actitudes, en nuestro quehacer diario, que debemos rever día tras día.
¿A qué aludimos al referirnos a esa colonialidad que nos habita? A las subjetividades que, si bien no lo parecen a simple vista, tienen inscriptas de manera subyacente un sistema de creencias verticalista, de juicio y descalificación respecto de prácticas médicas, mítico-simbólicas, políticas, económicas que no responden a las estructuras eurocentradas. Estos sistemas que asumimos aun inconscientemente legitiman hábitos y costumbres que por acumulación cultural reproducimos y desarrollamos aún no intencionalmente y no hacen otra cosa que dar forma a la colonialidad de las relaciones de dominación que nos han sido impuestas. No es poco común, para poner un ejemplo, encontrar quienes declaman la defensa ferviente de los pueblos originarios, pero que al mismo tiempo, asocian sus prácticas médicas al curanderismo y la brujería —entendidas como prácticas supersticiosas y peligrosas.
Hacemos nuestra aquí la reflexión del amauta J.J. Bautista Segales en ¿Qué significa pensar desde América Latina?: No basta con echar a los embajadores de los EE. UU. si no quitamos de nuestras mentes la subjetividad colonizada y naturalizada. No basta si en nosotros sigue instalado el chip del pensamiento único y superior, juzgando como falso y denigrando el saber de aquel otro al que se supone que reivindicamos. No basta si seguimos predicando la “inclusión” del otro, pero bajo las reglas del eurocentrismo. No basta si no vamos a defender también sus derechos a desarrollar sus propios “modos de producción y reproducción de la vida”.
Siguiendo esta línea, en conjunto con el profesor Marcelo Mosqueira, llevamos adelante un encuentro dialógico en el que nos propusimos echar luz sobre estas construcciones. Como disparador, facilitamos antes del encuentro una suerte de encuesta que incluía una serie de situaciones hipotéticas de la vida diaria que no responden a los cánones eurocéntricos. Se les aclaró a los estudiantes que no existían respuestas correctas ni incorrectas, solo se trataba de instancias tendientes a explorar nuestros horizontes de sentido y darles el espacio a los estudiantes de expresarse con el carácter que creemos que nuestras prácticas descolonizantes deben atribuirles: seres actuantes, hablantes, curiosos, portadores de saberes diversos, creativos, pensantes, más que como depositarios de información y saber transferido unidireccionalmente por los docentes.
Procuramos durante el encuentro, entonces, abrir un espacio de reflexión dialógico en el que los estudiantes iniciaran la charla manifestando las inquietudes, comentarios, aportes, críticas, etc. que las situaciones planteadas les hubieran despertado y, a partir de ello, reflexionar sobre algunos de los conceptos fundantes de la Filosofía de la Liberación. Esta dinámica dialógica procuró ser en sí, un ejercicio descolonial de la práctica educativa, un espacio en el que todos nos pensamos y aprendemos en forma mancomunada a partir de la pregunta.
El camino de la descolonialidad será largo y es aún muy joven, pero procuramos con nuestra humilde práctica echar luz al abonado y transitado por los ancestros que lo abrieron, honrarlo y continuarlo con respeto, reconocimiento y agradecimiento hacia todos los saberes que nacieron y siguen naciendo en todos los rincones de nuestra tierra.
“Los caminos están aquí mismo señalados por los pastos y las picadas, y por las estrellas de este cielo que no es el de la estrella polar sino el de la Cruz del Sur.”
Arturo Jauretche “Profetas del Odio y la Yapa”
Autoras:
Leila Fernández Augusto es Docente de Inglés Aplicado a la Salud 1
Carmen Velázquez es Docente de Taller de Lectura y Escritura