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Algunos ejes
Nuestro país está sumergido en una profunda crisis socio económica que se expresa en diversos planos pero, fundamentalmente, en el aumento de la desigualdad.
El crecimiento de la pobreza e indigencia, van en simultáneo con la concentración e incremento de la riqueza en sectores cada vez más reducidos y privilegiados.
La pirámide socio demográfico se ha aplanado y ensanchado en su base, la que se ha alejado significativamente del ápice en el que están representados los grupos sociales que acumulan mayor riqueza.
El impacto del gobierno neoliberal del periodo 2015-2019, que en poco tiempo realizó reformas negativas muy profundas en el tejido productivo y la condición de los trabajadores, sumado al efecto devastador de la pandemia, nos ponen frente a un escenario desafiante.
Las condiciones laborales de la población económicamente activa exhiben fundamentalmente dos rasgos: hay menos empleos de los necesarios, hay menos ingresos de los requeridos para solventar los gastos de una vida digna.
Asimismo, hay enormes sectores de trabajadores que han perdido las condiciones de trabajo decente y pivotean entre el subempleo, la precariedad y la subsistencia mediante transferencias de ingresos que efectúa el Estado a través de políticas sociales.
Después de muchas décadas, encontramos hoy que muchos de esos pobres e indigentes, lo son a pesar de tener empleo. Hay un enorme desacople entre el valor de los salarios y el de las canastas de pobreza e indigencia. Todo ello en el marco de un proceso inflacionario creciente que, además, esta incrementado por la inflación internacional generada por la guerra entre Ucrania y Rusia.
Las políticas sociales sumadas a las políticas de apoyo al desarrollo productivo y la consecuente generación de empleos, no logran hacer descender los índices de pobreza e indigencia.
Frente a esta situación surge la necesidad de continuar profundizando los debates acerca de los caminos posibles para intervenir desde el Estado.
También nos interpela la posición a asumir frente al curso de acción actual del gobierno nacional.
Si bien estamos frente a una coyuntura dinámica que nos presenta novedades día a día, no vemos que haya perspectivas de solución en el corto plazo aunque los datos muestran un crecimiento económico muy significativo, un crecimiento del empleo formal y el incremento significativo de los ingresos provenientes del sector externo. Hay mas exportaciones y los precios de los productos que se exportan han ascendido en el mercado internacional. Es que, una vez más, constatamos que crecimiento económico y distribución de la riqueza no son la misma cosa y hace ya bastante tiempo que hemos descartado a la teoría del derrame como posibilidad de solución.
Con la intención de garantizar a esa franja de la población mejores condiciones de vida e inclusión social nos cuestionamos si lo que debe garantizar el estado en un empleo decente o un ingreso suficiente.
Nos interrogamos también acerca de si no será necesario combinar ambos abordajes llevando adelante políticas activas de generación de empleo decente con salarios suficientes y al mismo tiempo garantizar la sobrevivencia de las familias sin ingresos o con ingresos insuficientes a través de estrategias de transferencias de dinero.
Se ha renovado la discusión acerca del salario universal o ingreso ciudadano. El mismo se viene debatiendo desde hace varias décadas en el mundo, aunque no se ha terminado de incorporar al menú de propuestas programáticas gubernamentales.
La política de ingresos, tanto por el establecimiento del salario mínimo, como por la ley de paritarias, la fórmula de actualización de las jubilaciones y pensiones son un alivio frente a la situación heredada del gobierno anterior de ingresos sumergidos. La inflación es alta pero hay una decisión de que los incrementos salariales y de jubilaciones y pensiones “le ganen a la inflación”. Sin embargo, como el punto de partida es extremadamente bajo no alcanza para resolver el descalce entre los mismos y el costo de vida para gran parte de los asalariados.
Las experiencias anteriores tanto en nuestro país como en otros países muestran que la inyección de dinero en las capas más sumergidas en la pobreza e indigencia no sólo restablecen la posibilidad de satisfacer sus necesidades materiales sino que motorizan el consumo interno dinamizando la producción local, contribuyendo a la configuración de un círculo virtuoso que influye directamente en la generación de empleo.
Una mención específica requiera la perspectiva de la economía social. La misma ha ido cobrando impulso a la sombra de una economía formal que deja espacios enormes sin ocupar. Sin embargo, nos interrogamos también acerca de cuál es el rol que se le ha asignado a la misma dentro del programa económico en esta etapa y cuánto es lo que resuelve en cuanto a sustitución de empleos formales y aporte de ingresos suficientes y sostenibles.
Todas estas cuestiones configuran una trama de temas en un debate que continua sin ser saldado. Pensamos que en el mundo académico hay mucho para aportar a estos intercambios. Porque es imprescindible profundizar en estos análisis, con el fin de contribuir de alguna manera a la configuración de un espectro amplio de respuestas que sean capaces de impactar en la pobreza e indigencia de nuestro pueblo, garantizando sus derechos ciudadanos y su inclusión social.
AUTORA:Raquel Castronuovo. Es asistente social de la UBA y máster en servicio social/PUC San Pablo, Brasil.