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11 de julio de 2023
En una síntesis muy ajustada, el Justicialismo impulsó en nuestro país dos Planes Quinquenales que generaron miles de obras en diez años de gobierno. Conjuntamente a la recuperación del patrimonio nacional, la nacionalización de empresas y servicios públicos, el proceso de industrialización, la distribución de la riqueza y el logro del pleno empleo en el marco de una política exterior independiente que anunciaba la Tercera Posición, sumándose el voto femenino y la reforma constitucional del año 1949 que venía a institucionalizar los logros del proceso.
En este marco de profundas realizaciones ¿Qué suerte corrían en el país que comenzaba a ponerse de pie con la dignidad que otorga la justicia social aquellos millones de argentinos que habían quedado fuera como consecuencia de décadas de miseria planificada? Acá aparece en todo su espesor la potencia Eva Perón, quien desde la revolución de junio de 1943, se había comprometido a oficiar de nexo entre los trabajadores y Perón, pero también a ocuparse de la ayuda social con los que aún no tenían trabajo, con las madres solteras, los niños y los ancianos en situación de abandono. En sus palabras, dirá Evita en La razón de mi vida: “A mí me obligó la necesidad de los pobres. (…) Les han quitado a los pobres hasta el derecho de llorar”.
El tema de la ayuda social en nuestro país tenía su antecedente en la Sociedad de Beneficencia, creada en la época rivadaviana por las señoras de la oligarquía. Como lo señala su nombre, la institución se manejaba con el concepto de la “beneficencia” y no con el de justicia social que instaura el Justicialismo, lo cual hizo que quedara descentrada en la Argentina de mediados de los años cuarenta. Evita será taxativa al respecto: “Yo siempre he luchado contra la beneficencia. La beneficencia satisface al que la practica. La ayuda social satisface al pueblo que es quien la realiza. La beneficencia deprime; la ayuda social dignifica. Beneficencia, no; ayuda social, sí, porque significa justicia”.
Evita comienza su labor. En principio, sin un plan explícito en respuesta a los problemas concretos que se le iban presentando. Desde septiembre de 1946 ocupa el Ministerio de Trabajo y Previsión, recibe a miles de necesitados y promueve obras que los benefician sin dilaciones ni burocracias. Desde el comienzo encara la “ayuda social directa”: un trabajo, una medicina, una vivienda, urgentes. Tras su viaje a Europa en junio de 1947, donde analiza pormenorizadamente la obra social en España –le interesan particularmente las organizaciones sociales de la Sección Femenina de la Falange de la que toma algunas ideas con relación a la labor de las enfermeras, la organización sanitaria y las después aquí llamadas células mínimas censistas-, las obras sociales y obreras en Italia, Francia y Portugal, regresa a Buenos Aires con la voluntad decidida de organizar una institución de ayuda social vinculada al principio de justicia social aplicado en el país, el cual supone que la ayuda social debe llegar a todas aquellas personas que no pueden valerse por sus propios medios. Esto es, un concepto de ayuda social como complemento de la justicia social de los que trabajan.
Con celeridad conforma una estructura administrativa centrada en la ciudad de Buenos Aires, la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón, que permitirá llegar a los lugares más aislados del país, del Continente y del mundo con un proyecto de reparación integral de la persona humana. Aunque su estatus era privado, actuó en forma paralela, por encima o valiéndose del Estado. La acción emprendida fue imparable: Evita trabaja diariamente horas y horas, casi sin dormir. En sus palabras: “La Fundación se creó para cubrir lagunas en la organización nacional, porque en todo el país donde se realiza una obra, siempre hay lagunas que cubrir y para ello se debe estar pronto para realizar una acción rápida, directa y eficaz. A esto obedeció su creación: mitigar necesidades, mejorar y consolidar la vida familiar, la vida de todos los argentinos que sufren y esperan. Y queríamos también completar la acción del Estado para suplir su impotencia en la solución de los problemas individuales. Los aportes obreros a la Fundación, que diariamente recibo, demuestran que los humildes son quienes más se empeñan por salvar a los humildes”.
Dejó en el país más de 35 policlínicos, más de 1000 escuelas que donó luego al Ministerio de Educación, 5 Hogares de Ancianos, 5 Hogares de niños, la Ciudad estudiantil, entre muchas otras. Y frente a obra de tal envergadura realizada en tan corto tiempo, uno se pregunta: ¿cómo pudo mantenerse tamaña obra?, ¿cuál fue su patrimonio? El interrogante tiene respuesta en el nivel de la organización ideada por Evita para que todo fuese transparente. Lo explica así: “El dinero de mis obras es sagrado, porque es de los mismos descamisados que me lo dan para que los distribuya lo más equitativamente que pueda”. Y recordará al respecto el General Perón: “Mi mujer decidió dedicarse a la asistencia social (…) Así nació la Fundación Eva Perón, un organismo para la ayuda social de niños, muchachos, hombres, mujeres y ancianos, creando escuelas, hogares, clínicas, ambulancias y preventorios a los que el pueblo accedía sin ningún desembolso. Para los primeros fondos, Eva recurrió a mí. Una noche, en la mesa, me expuso su programa. Parecía una máquina de calcular. Por fin, le di mi asentimiento. Le pregunté: -¿Y el dinero? Ella me miró divertida. -Muy simple -dijo- comenzaré con el tuyo. -¿Con el mío? -dije-. ¿Y cuál? -Tu sueldo de presidente. El primer decreto ley de protección a la Fundación fue creado por mi mujer en la mesa; no estaba lleno de artículos, pero fue más drástico que cualquier ley escrita”.
Sin lugar a dudas, se trató de un modelo de gestión de políticas públicas caracterizado por la acción operativa, directa y ejecutiva que resultó sumamente exitoso. Las actividades que desarrollaba la Fundación pueden clasificarse en seis grandes rubros inescindibles entre sí y producto de la concepción de la comunidad organizada:
- Social: cubría todo lo relacionado con subsidios, proveedurías, Hogares de Tránsito, deportes, becas, etc.;
- Sanitaria: servicios médicos asistenciales, construcción y equipamiento de Policlínicos, como así también su mantenimiento, trenes sanitarios, etc., tareas todas realizadas en comunión con ese gran sanitarista que fue Ramón Carrillo;
- Educativa: abarcaba la Ciudad Estudiantil, la Ciudad Infantil, la Escuela de Enfermeras, el Plan 1.000 escuelas, los Hogares-Escuela;
- Turística: organización de contingentes turísticos hacia y desde el interior, creación de colonias de vacaciones como las de Chapadmalal o Embalse Río Tercero;
- Deportiva: organización de los Campeonatos infantiles “Evita” y juveniles “Juan Perón”;
- Religiosa: toda la ayuda material era acompañada por la ayuda espiritual y religiosa. De la primera se ocupaba la Fundación a través del cuerpo de asistentes sociales. De la segunda, las Hermanas del Huerto en quienes Evita confió la asistencia espiritual de todo el dispositivo de ayuda social de la Fundación.
Las obras y las acciones solidarias fueron múltiples y abarcaron espacios hasta ese momento abandonados. En este terreno, vale mencionar a los Hogares de Tránsito, los Hogares-Escuela, la Escuela de Enfermeras, el Hogar de la Empleada “General San Martín”, la Ciudad Infantil “Amanda Allen” y los Hogares de Ancianos.
La Fundación revolucionó la forma de hacer política social en nuestro país. Concreta, emprendedora, resuelta y decidida, con la huella personal de su fundadora, dejó hasta los días actuales, como ella misma lo ansiara, una marca indeleble de justicia social para los más necesitados. En sus palabras: “Los hogares de tránsito, los hospitales, las viviendas para obreros, los hogares de ancianos, jardines de infantes, colonias de vacaciones, hogares pre-tuberculosos y las mil formas distintas de llevar una ayuda y una esperanza surgen a diario para decir al mundo entero que la Argentina es un país que no sólo sabe darse leyes justas sino que también sabe derramar la generosidad de su corazón y crear lazos positivamente fraternales entre todos sus habitantes”. En una Argentina como la actual, donde más de la mitad de los trabajadores sobrevive en la informalidad, donde priman los planes asistenciales y no la generación de trabajo genuino, donde casi el setenta porciento de niños que alguna vez fueron los “únicos privilegiados”, son pobres, en el país rico pero tremendamente desigual, que arrastra desde 1976 una economía cada vez más concentrada y extranjerizada, donde se destruyó la empresa productiva y se atacó la cultura del trabajo, donde se hicieron primar los antivalores del individualismo liberal, la acción de Evita en el marco de un proyecto integral de Nación independiente que significó el grado de dignidad más alto en la historia de nuestro país, es una luz de alerta que además de señalar las deudas con los que sufren y esperan, marca también un camino de esperanza que es colectivo y es organizativo y que exige retomar con fe y voluntad de vencer los valores que la guiaron que, aunque muchas veces parecieran relegados y olvidados, perviven aun en la memoria de los argentinos: solidaridad, entrega, comunidad, vocación de servir, patriotismo.
AUTOR: Iciar Recalde