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Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

Si sufrís violencia de género llamá al 144.

Introducción

El aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) implementado como respuesta al virus COVID 19 produjo múltiples desafíos para el Estado y sus agencias, pero también para las organizaciones socio-políticas que despliegan una multiplicidad de intervenciones sociales de cercanía. Las medidas de confinamiento y la suspensión de actividades consideradas no esenciales transformaron las rutinas y la organización de la vida en todo el planeta. Argentina no fue la excepción, el deterioro económico y de las condiciones de vida agravaron la tendencia iniciada en el ciclo político previo a la irrupción de la pandemia. Sin embargo, el impacto fue diferencial, siendo más perjudicados quienes, por ejemplo, vieron reducidos sus ingresos debido a la imposibilidad de llevar adelante sus tareas laborales, quienes realizan tareas vinculadas a la reproducción social de la vida en condiciones de desigualdad, en su mayoría mujeres, y quienes residen en barrios segregados sin servicios de saneamiento y agua potable, recolección de residuos y en viviendas bajo condiciones de hacinamiento. En estos mismos territorios, denominados como “barrios populares” (Cravino, 2008), el despliegue de las fuerzas de seguridad, a los fines de resguardar las medidas de confinamiento, tuvo mayor presencia y, en muchos casos, profundizó la situación de vulnerabilidad experimentada a efectos del virus.

En este texto enunciamos, de forma breve, los principales resultados obtenidos a partir del trabajo de investigación realizado desde el Observatorio de violencias sociales (OVISoc), radicado en la Universidad Nacional Arturo Jauretche. El estudio se desarrolló durante los meses de abril a agosto de 2021, en la zona sur del conurbano bonaerense, en los partidos de Florencio Varela, Quilmes y Berazategui, principalmente. El objetivo de la indagación fue conocer, por un lado, las transformaciones en la actividad policial y en los patrones de policiamiento1 y, por otro lado, las experiencias vinculadas a la seguridad de los residentes de barrios populares asociadas a las medidas de aislamiento establecidas mediante el decreto (DNU 297/2020). Específicamente, comprender y analizar las percepciones y/o valoraciones sobre las diversas intervenciones de las fuerzas de seguridad por parte de quienes están sujetos a condiciones de vulnerabilidad y la legitimidad social de las formas de hacer de las fuerzas de seguridad y las policías, atendiendo especialmente a sus intervenciones violentas. En las siguientes líneas nos detendremos concretamente en este segundo punto.

Sin duda, el desarrollo del trabajo de campo en el contexto de pandemia constituyó un desafío para quienes desarrollamos investigaciones empíricas y nos exigió reinventar el modo de llevar adelante el trabajo de campo haciendo uso de las tecnologías disponibles para, por ejemplo, concretar encuentros virtuales. Para el alcance de los objetivos se realizaron 27 entrevistas semiestructuradas virtuales y presenciales a referentes barriales, trabajadores/as de áreas de salud con participación en los despliegues territoriales durante la pandemia y a grupos poblacionales específicos como jóvenes varones y mujeres trabajadoras de comedores barriales. Estas entrevistas se realizaron a partir de un muestreo por conveniencia, mediante la estrategia “bola de nieve”, facilitada por referentes claves tales como vecinos/as, compañeras/os de militancia, referentes barriales, entre otros.

Los emergentes de la investigación nos permitieron advertir sobre las condiciones de vida y de trabajo trastocadas a efectos de pandemia, así como modulaciones en las apreciaciones, juicios o valoraciones sobre las diversas intervenciones de las fuerzas de seguridad y algunos cambios en las legitimidades de las violencias. En ese sentido, antes que de repeticiones sin más de las mismas prácticas y patrones preexistentes a la pandemia evidencia una reactualización de las violencias con magnitudes diferenciales, así como legitimaciones e impugnaciones específicas asociadas a la intervención policial para garantizar la cuarentena obligatoria. Esto es, en este contexto las percepciones sobre las prácticas policiales presentan algunos matices propios que son necesarios de destacar.

Entre las desigualdades y violencias institucionales en el contexto de pandemia

En primer lugar, respecto al deterioro de las condiciones de vida y de trabajo podemos señalar que gran parte de las entrevistas evidenciaron múltiples preocupaciones por la satisfacción de necesidades sociales. En primer lugar, las necesidades alimentarias no cubiertas, lo que se expresa en el aumento de concurrencia a comedores y merenderos preexistentes, así como en la organización de nuevos espacios que desempeñan la misma función. El aumento en la concurrencia se tradujo en más horas de trabajo no remunerado, fundamentalmente, para las mujeres que habitan los barrios más empobrecidos quienes, en muchos casos, trabajan en los comedores al mismo tiempo que asisten a ellos junto con sus familias con el fin de recibir las viandas.

En segundo lugar, la preocupación por la sobrecarga que implican las actividades domésticas en el marco de la pandemia, especialmente para quienes realizan tareas de cuidado, que en el caso de algunas de las mujeres entrevistadas se combinó con el trabajo no remunerado en los comedores populares. En tercer lugar, una creciente preocupación por la desocupación debido a la imposibilidad de continuar con las actividades laborales en el marco de la economía informal. A ello se le adosa las dificultades en el acceso a los servicios de atención médica, tanto para la atención por los casos de COVID-19 como ante otros problemas de salud como, por ejemplo, aquellos vinculados a la salud mental. En cuarto lugar, se identificaron numerosas referencias a las dificultades asociadas a la conectividad y el acceso a dispositivos tecnológicos, especialmente para aquellos entrevistados que se encuentran cursando estudios o tienen hijos/as a cargo en edad escolar y encontraban gran dificultad para el desarrollo de estas tareas.

Ahora bien, un aspecto que debemos destacar es que en las entrevistas a referentes sociales se expresa que, junto a la acentuación de las desigualdades preexistentes producto de la pandemia y las medidas adoptadas evitar la propagación del virus se le suma una intensificación de las violencias producto –principalmente– de una mayor presencia de efectivos policiales en los barrios. Como sabemos, en Argentina, a los y las trabajadoras de la salud, a quienes estuvieron encargados/as de la provisión de alimentos, así como a las fuerzas policiales y de seguridad, entre otros, se los designó como trabajadores esenciales quedando así exceptuados del confinamiento y obligándolos a continuar y reconfigurar sus tareas laborales en un marco general de limitación de la circulación. La normativa sancionada designa a las distintas fuerzas policiales y de seguridad como responsables del cumplimiento de estas medidas, facultando las “acciones necesarias para hacer cesar la conducta infractora” (DNU 297/2020).

El control territorial que se le encomienda a las fuerzas de seguridad sin duda redunda en la posibilidad del ejercicio de violencias. En este sentido, si bien el ejercicio de esta violencia no es una novedad si es posible afirmar que hay una modificación en las intensidades en las que se despliega las violencias institucionales: más agentes policiales, más lugares de control, más vehículos destinados al patrullaje, más exhibición de armas.

Hay más presencia de la fuerza policial en todos lados, por ejemplo, en el barrio no pasaban tantos, venía cuando lo llamaban listo, más que por la avenida, patrullando no pasaba y ahora sí lo ves, quizás un poco más metidos en los barrios, ¿qué sé yo? haciendo nada, solo andando con la camioneta y nada más. Pero al verlos más, se nota más (su presencia) (María, 28 años, empleada, Florencio Varela).

Antes ni los veía. En la pandemia estaban a full, “vigilanteando”, y ahora también. La policía si te la cruzabas era un bondi, tenías que dar datos y justificar porque salías y fumarte el ninguneo, ellos por lo menos podían salir de sus casas (Julián, 28 años, desempleado, Florencio Varela).

En el marco de la pandemia uno de los nudos más problemáticos de la relación de los habitantes de los barrios populares con las policías se vincula con la regulación/cancelación de actividades de esparcimiento de las que participan, sobre todo, jóvenes varones (como partidos de fútbol y otras actividades deportivas). Sobre este punto las entrevistas mostraron una profundización de la selectividad policial clásica, que usualmente recae sobre los jóvenes varones de los sectores populares. Se trata en este sentido de una selectividad específica que reclama una mirada interseccional concreta, en tanto se combina género y clase.

La mayor presencia policial implicó también más interacciones entre vecinas y vecinos y las fuerzas policiales y de seguridad. Tal es el caso de aquellas mujeres encargadas de los comedores que realizaban una tarea fundamental para el sostén alimentario de los barrios de la zona sur. Según las entrevistadas, muchas de ellas nunca antes habían tenido contacto con las fuerzas de seguridad, sin embargo, la pandemia dio lugar a que sean objeto de vigilancia y malos tratos.

Con la pandemia esto de ir y volver caminando al comedor, en invierno a las 6, 7 está oscureciendo y el miedo que me generaba sabiendo a qué iba sola. No le tenía miedo a que me afanen, tenía miedo a que venga un “gorra” [un policía] a hacerme algo. De hecho, tuvimos una situación con mi compañero y mi hermano. Estábamos yendo a comprar para el comedor, íbamos caminando, nos intercepta un patrullero, se bajan con los fierros [las armas], con los fierros en la mano, apuntándonos y “¡quédense quietos, quédense quietos!” Nos levantaron a las 12 del mediodía. Así que desde ese lado se vivió heavy en el barrio. Con la pandemia hubo un aumento de policías de día a día, por ejemplo, un día te aparecía un “gorra” , al otro día dos, al día siguiente ya había tres y lo que te genera eso es que te normalice que haya tanta policía y no te cuestiones nada. Hay cada vez más policía y como no tenía nadie, testigos, nadie que les mida con una vara, entonces se ven con el poder de hacer lo que quieren. Los modos mucho más violentos, la cantidad es mucho mayor. Creo que fuera del hambre, porque el hambre gatilló más que la gorra, con la policía se vio bastante difícil. De hecho, en el barrio se veía a la policía en moto con las itacas. Si te cuesta imaginarlo en una movilización, imagínatelo en un barrio (Camila, 26 años, trabajadora de comedor barrial, Florencio Varela).

Ahora bien, esos cambios vinculados a la mayor circulación de las fuerzas policiales en los barrios con el objeto de reforzar su capacidad de control produjeron efectos en la cuantitativos y cualitativos, es decir, mayores interacciones con los vecinos, así como también una mayor capacidad para vigilar y amedrentar: “Ahora con esto de la pandemia se pusieron la gorra del todo, y estuvieron haciendo lo que a ellos les gusta hacer: imponer reglas. No solo las que puso el gobierno con la pandemia, sino de poder meter miedo” (Marcos, 28 años, desempleado, Florencio Varela).

Con la pandemia se les dio poder para que se crean dioses. Eso cambió, porque ellos al ser policías podían hacer lo que quieran, como cuando suben al bondi, ¿por qué no pagan?, si acá todos pagamos, hasta los médicos. Una vez estaba con un amigo tomando una cerveza en lata acá a la vuelta en una plaza dentro de los horarios permitidos y vinieron y nos pidieron documento, nos hicieron tirar la cerveza y nos echaron de la plaza. Me solía pasar cuando era adolescente, pero ya somos adultos, no estamos haciendo nada malo, estamos conversando, pero bueno no entienden eso. Cuando me pasó esto con mi amigo yo le dije que me parecía mal, o que nos dejen terminar y nos íbamos, pero no me dejaron hablar y me dijeron que si tenía alguna queja me podían llevar a la comisaría y arreglar ahí, entonces cuando me dijeron eso me dio miedo y nos fuimos. Yo los respeto porque tengo miedo, tienen el poder de hacer lo que quieran con vos, ya son hombres y aparte policías pueden hacer cualquier cosa, yo tengo una hija no quiero que por putear a alguno de estos forros me desaparezcan o me torturen (Esther, 30 años, bachera y vendedora de ropa, Florencio Varela)

No obstante, en las narrativas de las poblaciones residentes en la zona sur del conurbano bonaerense, fundamentalmente de las y los jóvenes de los sectores populares, encontramos una recurrencia que se vincula con la crítica e impugnación a lo que consideran que es una constante durante la pandemia, esto es: que las y los policías parecerían contar con mayor legitimidad – o, como dice una entrevistada, “con aval”– para accionares autoritarios, para “hacer lo que quieran”. No obstante, la entrevista arriba citada permite observar que este “aval” no se produce sin una impugnación por parte de algunos vecinos/as.

Como apreciamos en el relato de Esther se pone en cuestión no solo aquello que se entienden como “privilegios” de las fuerzas policiales respecto al conjunto de trabajadores en general, tales como no pagar el precio del transporte público, sino también las arbitrariedades o atropellos a las libertades individuales vinculadas al uso del espacio público. Al mismo tiempo, el despliegue ostensible de usos de armas letales no se realiza sin despertar abiertas confrontaciones no sólo con vecinas/os sino con distintas autoridades locales, tales como referentes barriales o autoridades municipales.

Por último, otra saliencia que no podemos dejar de mencionar es que el despliegue y modulación del poder de policía en los municipios observados adopta características diferenciales según los territorios sobre los que recae el control, ya se trate de áreas urbanas o bien de áreas periurbanas. En este último caso, la presencia permanente de fuerzas policiales tanto en recorridas como en postas de control resultaba una novedad. A su vez, se presenta una distinción entre las zonas más urbanizadas, o cercanas a los centros urbanos, y las villas, clásicos espacios de intervención de las fuerzas policiales. En los primeros espacios, esto es los centros urbanos, el uso de la fuerza se ve restringido por la existencia de cámaras de seguridad o por la posible intervención y/o impugnación de las/los vecinos del barrio frente a lo que se percibe como un accionar autoritario y/o excesivo, en tanto que en los segundos territorios se refuerza la idea que los agentes no encuentran necesario limitar el uso de la fuerza represiva.

Como vemos, al respecto del gobierno policial y el ejercicio de las violencias en los barrios de la zona sur del conurbano bonaerense en el contexto de pandemia, nos encontramos con la repetición de ciertas prácticas de intervención policiales frecuentes, pero en un marco diferente donde, a su vez, se intensificó la demanda, de una parte de la población, de fortalecimiento del control de la cuarentena por parte de las fuerzas policiales y de seguridad. Demanda que funcionó como vector de relegitimación de esas prácticas de intervención. Esta relegitimación fue el marco en el que se perpetraron con mayor frecuencia e intensidad las situaciones de abusos, amedrentamiento o violencias hacia los habitantes de la zona sur del conurbano bonaerense. Sin embargo, como señalamos anteriormente, el trabajo de campo mostró que las mismas suscitaron el rechazo, la oposición y/o la abierta confrontación con muchos de los vecinos y vecinas de los municipios de Florencio Varela, Quilmes y Berazategui.

1Sobre este primer punto véase el artículo en este mismo dossier titulado “Condiciones de trabajo y prácticas de policiamiento. Un estudio sobre las fuerzas policiales y de seguridad en el contexto de pandemia en la zona sur del conurbano bonaerense”.

Autoras/es:

Claudia Martínez Robles – Socióloga. Doctora en Ciencias Sociales Docente del Instituto de Ciencia Sociales y Administración, Universidad Nacional Arturo Jauretche, y de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

Lic. Pamela Domínguez – Lic. Trabajo social de la Universidad Nacional Arturo Jauretche – Miembro del OVISoc.

Alejandro Salgado – Estudiante avanzado de la Lic. Trabajo social – Miembro del OVISoc.

Fotografía: GERMAN ROMEO PENA “Estado presente”

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