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Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

Por Jaqueline Maggi, Jazmin Bullinos y Melina Diaz

 

Resumen

El presente artículo reflexiona sobre la experiencia de participación voluntaria en el Espacio de Géneros y Diversidad Mónica Garnica Lujan (EMG) que aborda las violencias por razones de género ubicado dentro de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. A partir de la práctica situada, se analizan los modos en que la escucha, el acompañamiento y la construcción colectiva se constituyen como estrategias políticas frente a las violencias estructurales que atraviesan a las mujeres y diversidades. El texto recupera el sentido del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, como momento de memoria y acción feminista.

Palabras clave: violencia de género, universidad, acompañamiento, feminismo, redes

 

Historización/introducción 

La UNAJ es una de las universidades que ha desarrollado acciones de prevención de la violencia por razones de género, como protocolos de actuación y espacios de género y diversidad, tanto para la comunidad local como la universitaria. A través de la Resolución CS N.º 016/17 (marzo de 2017) la UNAJ aprobó el Protocolo de actuación ante situaciones de violencia y/o discriminación por razones de género. Sin embargo, surgieron modificaciones y actualizaciones en la resolución dando lugar a otra en 2018(N.º 060/18) que introdujo precisiones sobre los procedimientos y actualizaciones a las definiciones de violencias (física, psicológica, sexual, económica y simbólica) y de discriminación basada en sexo, género, orientación sexual, identidad y/o expresión de género. El protocolo establece un circuito de intervención, obliga a la institución a tomar acciones de prevención, capacitación en torno al género y diversidades, alcanza a toda la comunidad universitaria (docentes, no docentes, estudiantes, autoridades, etc.) y establece un equipo de intervención en género.

En ese sentido, el Espacio Mónica Garnica (EMG) se creó en 2019 en conmemoración a Monica Garnica Lujan una estudiante de la UNAJ víctima de femicidio a manos de su ex pareja en 2017. Tras este acontecimiento se evidenció que el protocolo de actuación institucional tenía ciertas limitaciones a la hora de intervenir en estas situaciones. Este es un motivo por el cual se impulsó desde la necesidad de estudiantes, docentes, no docentes y organizaciones sociales vinculadas a la universidad brindar un espacio que acompañe, articule y asesore a la población vulnerada. 

El Espacio Mónica Garnica (EMG) surge en el ámbito de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) como una iniciativa impulsada por estudiantes, graduades y docentes comprometides con las luchas feministas y de diversidad. Su origen no responde a una creación institucional, sino al impulso colectivo de quienes reconocieron la necesidad de contar con un espacio de acompañamiento, reflexión y acción frente a las violencias por motivos de género. Aunque no cuenta con reconocimiento institucional formal, su existencia responde a una necesidad concreta: brindar acompañamiento y orientación ante situaciones de violencia, discriminación , dentro y fuera del ámbito universitario.

El EMG es un espacio de género y diversidad que cumple un rol esencial en la atención, orientación/acompañamiento a mujeres y personas LGBTIQ+ de Florencio Varela y alrededores, sean estudiantes o no, que se encuentren frente a situaciones de violencia por razones de género. A pesar de situarse dentro de la universidad, no es un espacio institucionalizado ni funciona como tal, sino que se configura como un espacio impulsado desde la militancia feminista.

El equipo de voluntarias del EMG está conformado por personas con trayectorias diversas en ámbitos institucionales, comunitarios y estatales. Participan docentes, no docentes,  trabajadoras sociales, estudiantes avanzadas, integrantes del sistema de salud, del poder judicial y de fuerzas de seguridad, lo que fortalece las articulaciones tanto dentro como fuera de la universidad.

Las actividades y asesoramientos están vinculadas a leyes de género y sexualidad, como la Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Ley 26.485/2009); Ley Nacional de Educación Sexual Integral (Ley 26.150/2006); Ley de Identidad de Género (Ley 26.743/2012); Ley de Matrimonio Igualitario (ley 26.618/2010), entre otras.

El espacio se encuentra abierto de Lunes a Viernes, durante los tres turnos mañana- tarde- noche. Durante esos horarios se encuentran 2 (dos) voluntarias en el EMG para brindar asesoramiento, escucha activa, herramientas que tienen a su alcance, derivaciones y acompañamientos, entre otras. Brinda consejería en salud sexual y (no) reproductiva, y ofrece talleres de formación externa e interna sobre cómo intervenir, prevenir y erradicar de la violencia y/o discriminación por razones de género

Se ofrece como espacio para prácticas profesionales de la carrera de Trabajo Social y cuenta con representación en las redes territoriales.

En el marco del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres y Diversidades, el EMG reafirma su compromiso político con la erradicación de las violencias. Esta fecha, que nos convoca a la memoria de las víctimas y a la acción feminista, subraya el sentido profundo de nuestra tarea. Para el EMG, el acompañamiento no se limita a una respuesta individual y asistencial, sino que se constituye como una acción colectiva de resistencia, visibilización e interpelación a las estructuras que perpetúan la desigualdad. Es un momento clave para destacar la necesidad de redes activas y la militancia constante dentro y fuera del ámbito universitario.

Trágicamente, asistimos a un proceso de desregulación y vaciamiento del Estado que nos obliga a reconfigurar nuestras redes de reparación de derechos. Ministerios que dejan de existir, programas que no se financian, recursos que jamás llegan. Y si además sumamos los problemas sociales estructurales de la Argentina nos queda un escenario complejo que fragmenta nuestras redes. La capacidad de diseñar y adaptar intervenciones facilita la toma de decisiones informadas, mejora la cobertura de servicios y promueve la justicia social, derechos y empoderamiento de las personas afectadas.

 

Experiencias

Participar como voluntarias en el Espacio Mónica Garnica implicó adentrarse en un territorio profundamente humano, donde las historias personales se entrelazan con los procesos colectivos. En cada encuentro se revela la dimensión política del acompañamiento, que no se reduce a brindar ayuda o contención emocional, sino que busca transformar las condiciones que reproducen la desigualdad y la violencia. El acompañamiento en situaciones de violencia por motivos de género exige reconocer que las violencias no son hechos aislados, sino procesos sociales estructurales sostenidos por relaciones de poder desiguales entre los géneros. Por lo tanto, el acompañamiento no se limita a la contención emocional, sino que se constituye como una práctica política que desafía los mandatos patriarcales y las estructuras de poder que sostienen esas violencias.

Durante el voluntariado, observamos cómo el EMG funciona como un puente entre lo académico y lo comunitario. No se limita a brindar acompañamiento individual, sino que promueve talleres, campañas y actividades que buscan sensibilizar y prevenir las violencias.

El voluntariado también implica asumir límites y desafíos. Muchas veces, la falta de recursos, la sobrecarga emocional o la ausencia de un protocolo claro pueden generar frustración. Sin embargo, esas dificultades también son oportunidades para fortalecer la organización, visibilizar las demandas y proponer cambios institucionales.

Estos momentos, lejos de paralizar, nos empujan a la acción colectiva. Ver cómo estas dificultades se convierten en oportunidades de fortalecimiento interno -a través del cuidado mutuo entre las voluntarias y la visibilización constante de nuestras demandas- fue una de las enseñanzas más valiosas del espacio. Es en la horizontalidad de la toma de decisiones donde reside nuestra mayor fortaleza, permitiendo una adaptación rápida a las necesidades de la comunidad, algo que muchas veces los protocolos rígidos no permiten.

Un gran desafío fue comprender la dimensión política de la escucha. Al recibir a una mujer o una persona de la diversidad, se activa un acto de confianza inmenso. Poner el cuerpo ahí, dispuestas a escuchar un relato, nos enseñó que el acompañamiento no se trata de dar soluciones rápidas, sino de validar el dolor, la frustración y el miedo que la violencia estructural ha impuesto. Se trata de devolverles la palabra, rompiendo el silencio que, tantas veces, es cómplice de la agresión. Sentir esa conexión, aún en la distancia profesional, es lo que confiere al EMG su calidad humana y su potencia transformadora.

Cada historia, cada encuentro, refuerza la convicción de que la erradicación de las violencias requiere políticas públicas sostenidas, pero también la existencia de redes comunitarias y universitarias activas. En ese entramado, el EMG se vuelve un espacio imprescindible: un lugar donde se conjugan la escucha, la palabra y la acción colectiva.

 

Reflexiones

La experiencia de habitar el EMG evidencia que la erradicación de las violencias de género no depende únicamente de la existencia de protocolos o normativas institucionales, sino también de la capacidad de construir redes afectivas, feministas y comunitarias. Estas redes sostienen a quienes atraviesan situaciones de violencia, pero además interpelan al conjunto de la comunidad universitaria, cuestionando las estructuras que perpetúan la desigualdad.

El carácter autogestivo del EMG, lejos de ser una debilidad, se convierte en una fortaleza. La horizontalidad en la toma de decisiones, la flexibilidad para adaptarse a cada situación y la construcción colectiva de estrategias permiten generar intervenciones profundamente humanas. Sin embargo, este mismo rasgo también plantea la necesidad de reconocimiento institucional y recursos específicos, que garanticen la continuidad y la sostenibilidad de las acciones.

Cada historia y cada encuentro refuerzan nuestras convicciones: la erradicación de las violencias no puede depender únicamente de un documento institucional. Se requiere una red afectiva y política densa que sostenga, articule e interpele. El EMG se vuelve así un espacio imprescindible: un lugar donde la militancia feminista encontró un cauce de acción concreto y situado, reafirmando que solo a través de la organización colectiva podemos construir una universidad y una sociedad libres de violencias por razones de género.

Nuestra tarea no es solamente ofrecer una salida, sino construir puentes entre la persona en situación de violencia por razones de género y un sistema que, muchas veces, la mira con desconfianza; entre su voz y las respuestas que puede necesitar; entre su deseo de quedarse y su necesidad de irse a salvo.

Para concluir, las intervenciones por razones de géneros son un trabajo de cuidado, de paciencia y de resistencia. Es la labor de un grupo de voluntarias que cree en la posibilidad de un mañana sin miedo, donde la seguridad y la autonomía de las mujeres y diversidades se conviertan en regla, no en una excepción.

 

Referencias Bibliográficas

  • Bagnato, María Laura (2021) Protocolos: debates, tensiones y desafíos de los feminismos en las universidades nacionales; Universidad Nacional Arturo Jauretche; 2021; 133-154
  • Ley 26.485. “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en los que desarrollen sus relaciones interpersonales”.
  • Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad (2021) “Violencias por motivos de Género” en colección xyz.

 

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