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Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

Si sufrís violencia de género llamá al 144.

Si pensás que tenés Covid-19 llamá al 107 (si estás en Florencio Varela) o al número provincial 148.

Albert Camus inicia su novela diciendo: “Los curiosos acontecimientos que constituyen el tema de esta crónica se produjeron en el año 194… en Oran. Para la generalidad resultaron enteramente fuera de lugar y un poco aparte de lo cotidiano”. Pocas páginas después en el relato la realidad se vuelve espesa y dura, “La palabra ‘peste’ acababa de ser pronunciada por primera vez”. El protagonista, el Dr. Bernard Rieux, queda estupefacto. “Las plagas, en efecto, son una cosa común pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas1.

Podríamos cifrar aquí un comienzo muy similar. Los curiosos acontecimientos que constituyen las reflexiones que queremos compartir se produjeron entre marzo de 2020 y diciembre de 2021 en el conurbano sur de nuestra provincia de Buenos Aires, pero abarcaron a la Tierra toda. La palabra “aislamiento” se pronunció por primera vez el 20 de marzo de 2020, y a partir de allí comenzamos a recorrer un camino cuyo inicio nos tomó desprevenidos, y que nos obligó a pensar y repensar los modos de continuar algunas de nuestras tareas.

Desde muchos años atrás -antes del 2001- a través de distintos programas y proyectos desde la Universidad Nacional de Quilmes veníamos desarrollando acciones de formación de educadoras y educadores populares para llevar adelante espacios de alfabetización en los barrios de Quilmes, Berazategui, Florencio Varela, Avellaneda. Así Voluntariados Universitarios, Programas Institucionales, y equipos de estudiantes trabajaron en el territorio con organizaciones sociales, iglesias, partidos políticos y clubes; algunas veces en articulación con la política pública de gobiernos locales, como el caso de la Campaña Municipal de Alfabetización de Jóvenes, Adultos y Adultas en Berazategui, o la Campaña Municipal de Alfabetización de Adolescentes, Jóvenes, Adultos y Adultas en Quilmes.

Siempre el escenario central fue el encuentro presencial, en las aulas y en los barrios, para compartir el mate, las historias, la reflexión sobre los nombres de cada uno y cada una; y siempre la pregunta sobre cómo sería que dice, en esas letras, esas palabras y esos nombres.

Pero el 20 de marzo de 2020 sobrevino sobre formadores y formadoras, educadores y educadoras, participantes de los espacios educativos -todos y todas desprevenidos- un anuncio que cambiaría ese escenario. Pensamos que sería breve al inicio, con lo que bastaba esperar y postergar un poco en el tiempo los objetivos, y rearmar las agendas. Pero no iba a ser así. No podíamos mensurar el tiempo que pasaría hasta volver al escenario inicial, pero de pronto supimos que no sería pronto, ni fácil… y empezamos a entender que no habría regreso a las viejas prácticas.

Es a partir de esta situación que nos vimos forzados a crear situaciones que posibilitaran la construcción y la continuidad de los vínculos pedagógicos gestados a distancia, y que significaran alguna respuesta -por precaria y parcial que resultara- a las necesidades que se presentaban en la vida de los barrios. La decisión de no paralizarnos ante el panorama que se presentaba fue tomando cuerpo, idea, forma, y se convirtió en realidad, se constituyó en nuestro inédito viable.

Ese es el escenario en que se da inicio desde la Universidad Nacional de Quilmes a la modalidad a distancia del Diploma de Extensión Universitaria en Educación Popular, herramienta que nos permitía sostener lo que hasta ese momento siempre había sido presencial: la formación de alfabetizadoras y alfabetizadores. El desafío inicial fue llevar adelante un trayecto educativo conformado por espacios disciplinares específicos -Educación Popular, Construcción del Sistema de Lengua Escrita, Registro y Sistematización de Experiencias- pero también por instancias de construcción de conocimiento que conjugan simultáneamente cada una de las disciplinas. Ciertamente resultaba complejo, pero posible de ser asumido con una fuerte dosis de trabajo y compromiso. El uso del Campus Virtual de la Universidad Nacional de Quilmes como plataforma de trabajo organizadora fue una respuesta adecuada, aún cuando requiriera el esfuerzo suplementario de orientar y enseñar a muchos y muchas participantes sobre su acceso y estructura. Este nuevo territorio, propició la posibilidad de acceso a la formación de personas de otros lares, distantes al conurbano. Las fronteras se expandieron para algunos, pero no para todos.

Sin embargo más adelante, otro desafío nos puso nuevamente a imaginar y diseñar el cómo, cuando llegó el momento de pensar la práctica educativa concreta “en los territorios”, la situación nos presentó un nuevo giro: necesitábamos encontrar una herramienta que nos posibilitara contactarnos y superar las distancias con aquellos adolescentes, jóvenes, adultas o adultos que necesitaban “aprender a leer y a escribir”. Y aquí no había plataformas previamente desarrolladas para esto, ni experiencias que nos permitieran prever algunos resultados. Estábamos, nuevamente, desprevenidos, desprevenidas.

Las dos reflexiones que presentamos a continuación abordan estos dos momentos: por un lado la experiencia de formación de educadores populares para la alfabetización que se hizo íntegramente con participantes de la Unidad 31 del Complejo Penitenciario de Florencio Varela en 2021. Por otro lado la alfabetización que llevó adelante una pareja de educadoras populares del Diploma, Sofía Franch y María Belén Gugliotella, en 2020 con adolescentes del barrio de la Ribera de Quilmes.

Y presentaremos estas experiencias en la voces de sus protagonistas, ya que la intención de este trabajo es oficiar de crónica y registro de esas tareas, y abrirnos al desafío de la reflexión colectiva para seguir andando.

Les pediremos, por ello, que tengan a mano un celular o un dispositivo con conexión a Internet, a fin de poder ver y oír a los y las educadoras usando los enlaces o los códigos QR.

  • La formación de educadores populares en la Unidad 31 del Complejo Penitenciario de Florencio Varela: “Educamos aprendiendo constantemente. Todos tenemos saberes y todos tenemos cosas que enseñar” – Daniel Monzón

En el mes de junio de 2021, y como fruto del trabajo de acompañamiento que la Dirección de Violencia Institucional -dependiente de la Secretaría de Derechos Humanos- de la Municipalidad de Quilmes viene realizando, se contactaron con nuestro equipo integrantes del Centro de Estudiantes “Juan Miguel Scatolini”, de la Unidad 31 del Complejo Penitenciario Florencio Varela. El pedido de ayuda era muy claro, y al mismo tiempo preocupante: en un relevamiento realizado por ellos mismos en la Unidad, entre un 30 y un 40% de los internos no podía leer y escribir convencionalmente, fluidamente. La variación de ese 10% se debe a la alta rotación que tienen estos espacios, motivo por el cual la población permanentemente cambia.

Frente a esta situación, el Centro de Estudiantes nos pedía que enviáramos educadores y educadoras para trabajar recorridos educativos que les permitieran alfabetizarse. El objetivo de la alfabetización, como dice Daniel Monzón, es “poder terminar sus estudios primarios, en principio, y seguir con los estudios que quieran seguir avanzando”.

En el mes de junio, en 2021, aún persistían los aislamientos por la pandemia de COVID-19 y los cuidados eran extremos. En ese escenario es que decidimos hacer una contrapropuesta: formaríamos educadores de entre los mismos internos de la Unidad para que ellos pudieran alfabetizar a sus compañeros. Para ello disponíamos de la plataforma de la Universidad Nacional de Quilmes, y de la herramienta del Diploma en Educación Popular. Necesitábamos saber si la Unidad disponía de sala de computación, o dispositivos con posibilidad de conexión a Internet.

Se procuró una notebook, y un par de parlantes. Con esa instalación, en una mesa larga del Centro de Estudiantes, se llevó adelante la formación de educadores en una modalidad que alternó -siempre a distancia- encuentros sincrónicos semanales por Zoom con tareas asincrónicas en el Campus y en Google Docs. Se realizó de este modo un proceso que inició en el mes de julio de 2021, y que para octubre ya contaba con los primeros armados de espacios alfabetizadores al interior del Complejo Penitenciario. Estos espacios al interior de la propia Unidad se desarrollaron en ese momento y continúan en la actualidad, por supuesto, presenciales.

Destacamos la producción de registros de práctica educativa alfabetizadora que permiten por un lado guardar memoria, y fundamentalmente reflexionar para mejorar las formas de intervenir; tarea que se gestiona en espacios destinados a la reflexión con quienes acompañamos estas prácticas.

En diciembre de 2021, con un escenario sanitario mucho más despejado, tuvimos nuestro primer encuentro presencial en la Unidad. Y el 1 de Julio de 2022 se entregaron los diplomas a los educadores formados2. Al día de hoy las experiencias de alfabetización siguen activas en el Complejo Penitenciario, y está proyectada la formación de educadores en las otras unidades.

Una pausa para escuchar y ver

Veamos y escuchemos a los protagonistas

https://educacionpopular.net.ar/materiales/videos/alfabetizacion/Unidad31-sistematizacion%20diploma.mp4

Dice Horacio Acosta, educador y alfabetizador en la Unidad 31: “está la educación bancaria y la educación popular. De las dos me voy a quedar mil veces con la educación popular”.

…es lo mejor que tenemos en el barrio, el río”.

La experiencia de alfabetización a través de celulares en la Ribera de Quilmes

La formación de las educadoras que asumieron el desafío alfabetizador en la Ribera de Quilmes fue, tal como narramos previamente, llevada adelante a distancia mediante la plataforma de la Universidad Nacional de Quilmes. Pertenecientes a la cohorte que cursó en 2020, Sofía y Belén conocían el territorio en el que se adentraban, pero el entorno tecnológico resultaba una aventura excepcional.

El vínculo pedagógico con los participantes de su espacio educativo tenía un cierto antecedente. Por un lado tanto Sofía como Belén conocían y llevaban adelante tareas en el barrio, y por el otro alguno de los adolescentes ya había tenido contacto con una de ellas en la escuela. Sin embargo, esta vez no se tejía el vínculo con el andar de las calles y el compartir de la merienda, sino en la posibilidad -difícil, compleja- de la comunicación mediada por el celular.

Nuestro inédito viable seguía vigente, orientando con claridad las decisiones a tomar a pesar de no tener tanta certeza sobre las herramientas que debíamos articular. Como dijimos, debíamos construir situaciones -por precarias o parciales que fueran- que hicieran posible la construcción de los vínculos pedagógicos para dar respuesta a las necesidades concretas que se presentaban.

El primer espacio, el primer taller de escritura que pudimos abrir se gesta entonces en este escenario, montado sobre una historia de vínculos que ya estaban construidos con algunos de los chicos que iban a la Biblioteca del Río. Si bien no había empezado una tarea alfabetizadora con ellos, tanto Sofía como Belén tenían algún tipo de vínculo con las familias de estos participantes, los conocían. Y ellas hicieron esta lectura del territorio para tomar la decisión: “bueno, largamos el espacio a distancia con estos chicos que conocemos”.

Como en la gran mayoría de las situaciones en nuestros barrios más pobres, la decisión de sostener un trayecto educativo mediado por la tecnología debía contemplar el tipo de dispositivos, las conectividades y los usos posibles. Celulares de modelos antiguos, con un uso intensivo y no siempre cuidados, contando con un solo dispositivo por familia, habitualmente con un abono de datos muy limitado; todo esto hizo que esta situación de alfabetización se viera todavía más complicada, pero al tiempo más desafiante. La variabilidad en esos dispositivos determinó que una de las alfabetizadoras -Sofía- pudiera hacer videollamadas con Mariano, su estudiante; mientras la otra Belén- sólo podría usar WhatsApp con Gabriel.

Podemos ver en sus registros la toma de escritura diagnóstica -lo que llamamos nosotros “El punto de partida”- que Sofía hace a partir de una lista de palabras relacionada con el oficio de la construcción; y que Mariano va escribiendo por sí mismo y va leyendo las palabras de la lista, encontrando dónde dice “arena” o “serrucho” por ejemplo, para después anotar “cuchara de albañil”.

Una pausa para leer y comprender

Para leer el registro del punto de partida educativa de Mariano, de la educadora Sofía Franch

https://educacionpopular.net.ar/materiales/registros/alfabetizacion/Punto%20de%20partida%20Mariano-Ribera.pdf

Con la dificultad que lo precario de la herramienta impone, la alfabetizadora permanentemente solicita la revisión de la escritura, y genera intervenciones que le brindan confianza al alfabetizando. El modo de abordar “el error” y la corrección configura un rasgo amoroso y claro del enfoque adoptado en la tarea.

Por su lado Belén debe recurrir a instancias diferentes, que implican filmaciones previas, visualizaciones, indicaciones sobre lo que se va haciendo; para lo cual se cuenta con el acompañamiento de algún miembro de la familia. La familia, el contexto, es también un ambiente alfabetizador.

Otra pausa para leer y comprender

Para leer el registro del punto de partida educativa de Gabriel, de la educadora María Belén Gugliotella

https://educacionpopular.net.ar/materiales/registros/alfabetizacion/Punto%20de%20partida%20Gabriel-Ribera.pdf

La colaboración para seguir la escritura de Gabriel tanto como la necesaria para enviar y disponibilizar las listas para lectura dan cuenta de lo imprescindible de la compañía familiar.

Con todos estos aportes construimos registros, herramientas, articulaciones novedosas de dispositivos y prácticas educativas que reafirmaron la potencia del inédito viable que habíamos identificado… en fin, que hemos debido aprender del momento que nos tomó desprevenidos, desprevenidas.

O inventamos o erramos

¿Qué haremos con los saberes que construimos en torno a las tecnologías durante la pandemia? ¿Descartarlos para volver a la presencialidad, con el supuesto -falaz- de que ese esquema realmente incluía a todos y todas? Recordemos un poco las veces que hemos tenido estudiantes que no podían asistir porque los horarios del trabajo le impedían continuar sus trayectos educativos, o aquellos y aquellas que -por suerte para su subsistencia, pero desafortunadamente para sus recorridos educativos- conseguían una “changa ocasional” que se solapaba con los encuentros; o, más crudamente, los y las compañeras que no tenían dinero para el boleto de colectivo aunque -contrariando nuestro sentido común- podían comunicarnos eso a través de WhatsApp.

La presencialidad no llegó nunca ni de lejos a incluir a todos y todas. Tampoco las tecnologías. Es en un ejercicio de articulaciones estudiadas y adecuadas a cada momento, en cada situación, a cada geografía donde encontraremos los mejores -y nunca óptimos- modos de incluir para llevar adelante trayectos educativos emancipadores, transformadores de las realidades, constructores de pensamiento crítico y democrático que alimenten el nacimiento de una nueva sociedad.

Dice Dussán

El caso de la educación, que es el que aquí nos interesa, es muy par­ticular, pues, como señala Seymour Papert, es este uno de los únicos campos de la cultura que no se ha tecnologizado completamente3. Mi hipótesis inicial es que esto no ha sucedido, no precisamente por falta de equipos, redes y salas adaptadas, ni por falta de conocimiento y manejo de los computadores. Aunque todo esto influya, el asunto es, en el fon­do, el miedo a desvirtuar la relación pedagógica. Creo que hay razones para este miedo. Sobre ello trata esta ponencia. Al final intentaré sustentar que la educación debe enfrentarlo, no evadirlo, como muchas veces lo ha hecho, si quiere proteger aquello que le es propio.4

La metáfora con la que hemos comenzado, la de “la peste”, puede deslizarse a la consideración de que quienes aquí estamos reflexionando pensemos en la imposibilidad de leer y escribir convencionalmente -lo que el sistema nombra, con un término terrible, despectivo y discriminador, como analfabetismo– una “plaga social”. Nada más alejado de nuestra comprensión, y necesitamos expresarlo para evitar el equívoco. Suscribimos a lo que dice Emilia Ferreiro, cuando afirma que

Durante décadas hemos escuchado expresiones tales como ‘lucha contra el analfabetismo’, lenguaje militar que caracteriza, además, a quienes son rechazados del sistema escolar como ‘desertores’. Ese lenguaje militar sugiere un enemigo a vencer, y el desliz desde el abstracto ‘analfabetismo’ hacia el concreto ‘individuo analfabeto’ como enemigo visible es casi inevitable, sobre todo cuando la imagen militar es asociada a la imagen médica y se habla de ‘flagelo social’, ‘plaga social’ y similares (como si se tratara del paludismo o el cólera).

Es evidente que no puede haber ‘lucha contra el analfabetismo’ (o el ‘iletrismo’) sino acciones destinadas a elevar el nivel de alfabetización de la población (en el entendido que literacy designa un continuo que va de la infancia a la edad adulta y, dentro de la edad adulta, un continuo de desafíos cada vez que nos enfrentamos con un tipo de texto con el cual no hemos tenido experiencia previa).5

Tenemos en la actualidad, en nuestra Patria Grande, 30 millones de personas que no pueden leer y escribir. Es un número atroz, que pone de relieve las enormes diferencias y la brecha que existe en nuestras sociedades y que no nos permite quedarnos en la mera contemplación, en la indecisión o en la repetición de viejas recetas. O inventamos o erramos, volvería a decir Simón Rodríguez.

Y es inventar en la sociedad en la que habitamos, con la hibridez que construye nuestra realidad, integrando de modo permanente dispositivos tecnológicos con precariedad en el acceso a servicios públicos; mezclando la presencialidad de quienes estamos aquí cara a cara con la irresistible tentación a responder el mensaje que entra a nuestro celular enviado por quienes están en otro espacio, distante, mientras intentamos sostener la conversación presente. Esas hibrideces no están por fuera de lo educativo, porque organizan lo social y lo político.

Discute Rodolfo Kusch con Paulo Freire, en una interpretación de sus ideas, sobre que

No se puede educar en general. Se educa a alguien para que se adapte a una comunidad y al sentido de la realidad que es propio de ella. […] toda educación tiene un hondo sentido local que se pone de manifiesto cuando se traspone la cultura que le corresponde.6

Para Kusch

El concepto de cultura comprende una totalidad. Todo es cultura, en el sentido de que el individuo no termina con su piel, sino que se prolonga en sus costumbres, en sus instituciones, en sus utensilios […] Cultura supone entonces un suelo en el que obligadamente se habita y habitar un lugar significa que no se puede ser indiferente ante lo que aquí ocurre.7

Educar, y como parte de la educación la alfabetización, es insertarse en la cultura, habitarla, construirla y ser construido por ella, usarla como plataforma de construcción de la vida digna.

Alfabetizarse significa aprender a manipular el lenguaje de una manera deliberada, y esto debe ser una de las misiones más importantes de la escuela, de los programas de alfabetización y educación básica para jóvenes y adultos marginados, de los esfuerzos de promoción de la lectura y difusión cultural.8

dice Judith Kalman, y es en esa línea de trabajo que es preciso comprender e integrar las tecnologías en nuestra tarea.

Considerando salvada la posibilidad de equívoco en nuestra comprensión por la explicitación que hiciéramos antes, tomamos nuestra referencia inicial. Termina diciendo Camus en La Peste, el libro que citamos al comienzo de nuestra reflexión, que “esta crónica no puede ser el relato de la victoria definitiva. No puede ser más que el testimonio de lo que fue necesario hacer y que sin duda deberían seguir haciendo contra el terror y su arma infatigable, a pesar de sus desgarramientos personales, todos los hombres que, no pudiendo ser santos, se niegan a admitir las plagas y se esfuerzan, no obstante, en ser médicos9. O en ser educadores y educadoras, diremos nosotros.

Final

Autorxs: Daniel Carceglia y Adriana Cejas.

1 CAMUS, Albert. (1947). La Peste. Editions Gallimard, París

2 Ver http://www.unq.edu.ar/noticias/5797-privados-de-la-libertad-de-una-c%C3%A1rcel-de-florencio-varela-fueron-diplomados-en-educaci%C3%B3n-popular.php

3 No obstante, Papert sostiene que la tecnología terminará renovando el cómo enseñar y el qué se enseña. Cfr. S. Papert. La máquina de los niños. Barcelona, Paidos, 1995, p. 33. – Nota en el original -.

4 DUSSÁN, Maximiliano Prada. El miedo a la tecnología en la educación: entre la posibilidad y el límite. Pedagogía y saberes, n. 26, p. 67.73-67.73, 2007

5 FERREIRO, Emilia. (2001). Leer y escribir en un mundo cambiante en Pasado y presente de los verbos leer y escribir. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

6 KUSCH, Rodolfo. (2007). Geopolítica y desarrollismo en Obras Completas Tomo III. Fundación Ross, Rosario, Argentina

7 KUSCH, Rodolfo. (2007). La cultura como identidad en Obras Completas Tomo III. Fundación Ross, Rosario, Argentina

8 KALMAN, JUDITH. (2005). El origen social de la palabra propia. México: Conaculta. (pp. 1-34)

9 CAMUS, A. Op.cit.

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