skip to Main Content
Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

Si sufrís violencia de género llamá al 144.

Un impasse. Nada de cambios ni de esta saldremos mejores. La pandemia representó un paréntesis en las biografías individuales y una continuidad de las violencias colectivas. Pero como sucede con otros momentos de suspensión, la pandemia tal vez no haya sido absolutamente estéril. Walter Benjamin asegura que cuando los sujetos frenan la velocidad cotidiana y se sumergen en un estado de aburrimiento emerge “el pájaro de sueño que empolla el huevo de la experiencia”. Aburrirse, estar a la escucha, con el oído alerta. Las narraciones sobre la experiencia, el contar historias desde otros puntos de vista, surgen en los breves instantes en los que se produce un freno de la cotidianeidad, cuando avanza un estado de pensamiento, de sorpresa, a veces hasta de empatía.

Quizás producto de un estado de reflexión, en los primeros meses de 2020 las noticias que relataron intervenciones policiales violentas circularon por las pantallas con algo más de frecuencia. Este dato surge del proyecto PISAC-Covid 19 “Fuerzas de seguridad, vulnerabilidad y violencias. Un estudio interdisciplinario, multidimensional y comparativo de las formas de intervención de las fuerzas de seguridad y policías en contextos de vulnerabilidad en la Argentina postpandemia”. Los resultados de este proyecto indican que entre marzo de 2020 y marzo de 2021 los medios de la Ciudad de Buenos Aires narraron la muerte de 157 personas a causa de intervenciones policiales violentas en Argentina. Entre ellas se encontraban las muertes de Facundo Astudillo Castro, Facundo Scalzo, Lucas Verón, Luis Espinoza, Florencia Magalí Morales Blas Correa. No fueron estas las únicas víctimas de violencias policiales, muchas de hecho no se convirtieron en noticia, ni en un nombre, ni en una estadística.

Una parte de las ciencias sociales preocupadas por los problemas de las violencias vieron en la pandemia la representación de la cima de una época en cuya base se encuentra el problema biopolítico del hacer vivir y dejar morir, y su vínculo siempre permanente con las tecnologías de gobierno soberanas del hacer morir y dejar vivir. Agamben apuntó durante los días de mayor confinamiento que la pandemia había llegado para intensificar la tendencia de Occidente a “emplear el estado de excepción como paradigma normal de gobierno” (2021, 16). Fue un momento de vigorización de la aporía de las democracias occidentales, “la del cuerpo del hombre sagrado con su doble soberano”, la vida matable y la insacrificable, la vida desnuda, las otras vidas. Y en el impasse: la tensión entre una narrativa mediática que pudo estar algo más abierta a contar las violencias policiales, y una normalidad legitimante sobre qué vidas deben ser cuidadas y cuáles sacrificadas.

La mediatización de la violencia policial fue más intensa mientras el aislamiento se mantuvo en su punto más extremo, y mientras la agenda de noticias giró sobre la situación sanitaria y sobre las discusiones políticas acerca de las estrategias definidas a nivel nacional y provincial. Tal vez por ello, durante los primeros meses de 2020, cobró algo más de fuerza la pregunta por la violencia ejercida por las fuerzas de seguridad. El estado de excepción total y permanente habilitó la duda, cierta reflexión y, al menos en algunas circunstancias, las narrativas mediáticas se encuadraron en la denuncia de los “excesos policiales”. Así, en los medios de la Ciudad de Buenos Aires, las intervenciones policiales violentas tuvieron su pico entre el 20 de marzo y fines agosto de 2020 con 41 casos, luego se amesetaron entre septiembre y diciembre con alrededor de 20 hechos mensuales, y descendieron a 11 casos en enero de 2021. Es decir, en la etapa de mayores restricciones sanitarias se produjo una leve tendencia en alza de la mediatización de casos respecto de la etapa de mayores aperturas. De hecho, en los primeros diez días del aislamiento se mediatizaron 21 casos con intervenciones policiales violentas, y el pico de publicación de hechos se produjo entre junio y julio de 2020. A partir de agosto del mismo año aflojaron las restricciones, y también disminuyó la atención mediática y las discusiones acerca de la legitimidad del uso de la violencia policial.

Sostener que en los meses de mayor aislamiento la mediatización de hechos con intervenciones policiales violentas fue algo más intensa nos lleva a inferir algunas posibles razones Primer supuesto: durante el período de aislamiento, las fuerzas de seguridad estuvieron más presentes en las calles debido a las medidas gubernamentales de cuidado dispuestas por la pandemia. O sea, el aumento de la mediatización mientras la policía era considerada personal esencial podría deberse a un incremento en los hechos efectivamente violentos protagonizados por los agentes de seguridad. Podría ser una posibilidad, aunque los datos estadísticos de los organismos de derechos humanos no verifican taxativamente esta hipótesis, al menos no a nivel nacional.

Segunda hipótesis: la mayor cobertura periodística podría estar relacionada a que la visibilización de la actuación policial permitió a ciertos medios un cuestionamiento político a la gestión gubernamental de la pandemia. De hecho, en este contexto tuvieron lugar marchas “anticuarentena”, “a favor de la libertad”, “contra el comunismo”, “contra la corrupción”, cacerolazos contra la liberación de personas privadas de su libertad cubiertos extensamente por los medios hegemónicos. La mirada crítica de la actuación policial en la gestión del espacio público se pudo haber sumado a un tipo de perspectiva negativa de la acción de los gobiernos respecto de la pandemia en general.

Tercera hipótesis: la amplitud de los sectores sociales víctimas de la violencia de las fuerzas de seguridad. Las imágenes y denuncias mostraron abusos sobre personas de sectores populares, así como también personas pertenecientes a clases medias y medias altas, una valoración diferencial de las víctimas habitual en el contexto pandémico y no pandémico.

Cuarta hipótesis: lo visible y el uso de las fuentes. En redes sociales primero y luego en portales de noticias circuló un caudal más habitual de información de hostigamientos, golpes y muertes a manos de la policía durante la etapa más restrictiva del confinamiento. Ante una tarea periodística que empezó a desarrollarse en gran medida desde las casas, las fuentes se diversificaron. Así, muchas personas captaron desde sus casas situaciones violentas que se convirtieron en noticias en medios masivos, en muchos casos por la instantaneidad y verosimilitud de intervenciones policiales vinculadas a la agenda pandémica. El relajamiento de las medidas de aislamiento implicó la reaparición de las fuentes policiales como base privilegiada de la narración periodística.

Algunas de estas hipótesis pueden explicar medianamente la ventana de posibilidad de un tratamiento algo más intenso de las intervenciones policiales en los medios durante la primera etapa de la pandemia. Podrían sumarse otras. En cualquier caso, podemos afirmar que durante los meses más duros del confinamiento las líneas editoriales de los medios hegemónicos oscilaron en la tensión entre legitimidad y denuncia de la actuación policial. No obstante, la justificación de las violencias policiales volvió a operar con fuerza en los discursos mediáticos a medida que la agenda de noticias iba abandonando el tópico pandémico.

“La compasión es una emoción inestable”, dice Susan Sontag. (2003, 117). Quizás ello explica que, a medida que aflojaba el aislamiento, las coberturas sobre intervenciones policiales violentas volvieron a los carriles habituales de la estereotipación de los sujetos violentados y a la espectacularización legitimante de las prácticas policiales. Si el impasse de los primeros meses de la pandemia permitió un cierto encuadre de la duda, cuando el día a día comenzó a normalizarse los medios hegemónicos de comunicación volvieron a encuadrar sin matices las noticias de las intervenciones policiales violentas desde la dimensión de la inseguridad. Las muertes y hostigamientos volvieron a su tendencia habitual de asociar enfrentamientos entre delincuentes y policías, y regresaron los estereotipos narrativos de la inseguridad urbana. Fue entonces cuando los marcos de interpretación mediática volvieron a justificar el accionar policial violento. Fue entonces cuando el tiempo se volvió a agitar, cuando el ronroneo de información se reencauzó en el frenetismo de la novedad, cuando se volvió a achicar la rendija en la ventana de posibilidad para discutir con más voces involucradas qué violencias son legítimas en nuestro país.

Autora: Mercedes Calzado – Investigadora del Conicet y del Instituto Gino Germani -Universidad de Buenos Aires.

Bibliografía

Agamben, G. (2017). Lo que resta de Auschwitz. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.

Benjamin, W. (2010). Crítica de la violencia. Madrid: Biblioteca Nueva.

Sontag, S. (2003). Ante el dolor de los demás. Buenos Aires: Alfaguara.

Compartir
Back To Top