Si sufrís violencia de género llamá al 144.
Introducción
El presente trabajo propone una aproximación reflexiva que se enmarca en un proyecto de investigación acreditado por la SeCyT UNLP1, radicado en el IETSyS (Instituto de Estudios en Trabajo Social y Sociedad), que se propone analizar las prácticas y resistencias de equipos profesionales en relación con los procesos de instrumentalización de la intervención social.
A partir de tal premisa, me propongo indagar acerca de este fenómeno en lo particular de mi ejercicio profesional, enmarcado en el ámbito educativo, analizando cómo la guía de orientación escolar implica un recurso beneficioso para enmarcar las intervenciones, pero que -a su vez- teniendo en cuenta las lógicas contemporáneas, puede devenir en una suerte de protocolo a seguir de forma estricta y que en este sentido podría generar limitaciones en el despliegue de las estrategias de abordaje. La guía de orientación escolar se presenta como una referencia fundamental, “recurso de apoyo y consulta permanente que favorezca la construcción de prácticas e intervenciones cuidadosas hacia estudiantes, docentes, no docentes y familias que forman parte de la comunidad educativa.” (DGCyE, 2023:28), que tal como lo señala en su presentación: “permite abordar situaciones desde sugerencias específicas de intervención; discierne situaciones urgentes de las que no lo son; afirma una perspectiva anticipatoria de las situaciones de conflicto y de vulneración de derechos; sistematiza las ‘mejores’ prácticas llevadas a cabo por equipos institucionales y las comparte para el abordaje de las situaciones”. (DGCyE, 2023:17)
La pretensión será, entonces, analizar una situación particular de intervención con sus tensiones y enmarcado en la propuesta de la guía como recurso.
Desarrollo
La guía de orientación escolar constituye un conjunto de lineamientos a modo de orientar -justamente- a quienes nos desempeñamos en el ámbito educativo. En ese sentido es un recurso de suma importancia que resulta imprescindible al momento de intervenir en situaciones conflictivas y/o de vulneración de derechos, en tanto reúne directrices teóricas, normativas e instrumentales. La guía no busca ser total, sino que su premisa es la apertura a pensar los lineamientos según las circunstancias de cada caso, pero ¿se trastoca esta interpretación y se la toma como “protocolo”? ¿Cuáles serían los elementos que contribuyen a ese trastocamiento? ¿De qué forma influye una coyuntura ligada al pragmatismo y a una búsqueda de “eficiencia instrumental”?
Actualmente, las profesiones viven un momento de transformaciones dados los cambios sociales que traen aparejados el neoliberalismo, la burocratización, la precarización de las relaciones laborales, etc. Tales cambios suponen desafíos para el Trabajo Social y su ejercicio (Hernández-Garay, 2023). La exacerbación de los preceptos neoliberales tales como la individualidad, la automatización y el enfoque en la llegada a metas, puede tender a estandarizar el ejercicio profesional, disminuir la autonomía en el mismo y desdibujar el proceso y lo vincular.
En este sentido, cabe preguntarse si como profesionales no recaemos de forma excesiva en apelar a guías que nos orienten y tomarlas como un “mantra” a seguir al pie de la letra. Intervenimos en problemas multidimensionales que parecen imposibles de resolver; en el proceso, nos enfrentamos a numerosas tensiones: oscilamos entre la aspiración de mejorar la vida de los usuarios y las lógicas de control estatal, entran en juego también los requerimientos que se desprenden de la misión institucional del espacio donde nos insertamos y también las tensiones internas del equipo, que se gestan según las trayectorias biográficas de cada individuo (Muñoz Arce, 2022). Siendo este el entramado inherente a la intervención no debería de sorprendernos encontrarnos recayendo en hojas de ruta o repeticiones para actuar,especialmente tratándose de casos diversos, que aunque los que vivenciamos a diario, presentan características, condiciones y sujetos diferenciados.
Actualmente me desempeño en el equipo de orientación de una escuela primaria rural, que se encuentra en una zona de quintas y prácticamente toda la población escolar es migrante. Algunas problemáticas que aparecen (más en las familias que propiamente en el ámbito escolar) son la violencia y el machismo, dando la pauta de que las relaciones de poder están muy marcadas.
Recientemente se presentó la situación de una niña que nos relató muy angustiada al equipo que su padrastro toma mucho alcohol y golpea a su mamá, habiendo algunos episodios de suma gravedad con respecto a esta situación de violencia. Luego de indagar un poco más, la estudiante nos cuenta que a veces tanto el padrastro como la madre le pegan a ella “cuando se porta mal”. Entramos en ese momento en la vorágine propia de estos procesos en los que actuar implica cierta urgencia, a pesar de conocer que muchos niños y familias están atravesados por estas situaciones, este tipo de escuchas en primera persona siempre resulta impactante y desgarrador. Por momentos sentimos que llevamos la situación, por momentos sentimos que la situación nos lleva a nosotros. Avanzamos con la convicción de que debemos actuar pero atravesados por las dudas que surgen a raíz de todas las tensiones previamente mencionadas, inevitablemente uno se hace para sus adentros la pregunta de cuál es el mejor camino para seguir. ¿El eje es la violencia que sufre la niña y denunciamos al padrastro y a la madre? ¿Ponemos el foco en la violencia que padece la mamá y denunciamos solo al padrastro? ¿La denuncia es la única vía?
Ahora bien, este tipo de interrogantes que se nos generaron en la intervención hablan de lógicas fragmentarias que hacen eco del contexto en el cual estamos viviendo pero también tienen su arraigo en la manera en la que tratamos de encontrar una receta para la acción, lo cual se refleja cuando nos vemos subsumidos a la conformación de la guía y la reproducimos en nuestros interrogantes, ya que la misma está dividida en temáticas y, a su vez, el apartado de violencia, por ejemplo, está subdividido respecto de quién ejerce la violencia y hacia quién. En este sentido, puede ocurrir que al apoyarse en el recurso de forma unívoca a modo de recetario a seguir, caigamos en lecturas unilaterales y fragmentadas de las problemáticas a abordar, mientras que sabemos que en la realidad las violencias funcionan de forma solapada y multidireccional, y que en gran medida es producto de una estructura productiva con múltiples opresiones: hacia mujeres, disidencias, migrantes, pobres.
La frustración de apuntar a abordar situaciones reales -por lo tanto multidimensionales- de forma fragmentada y esquemática, se suma al desencuentro que hay entre la lógica contemporánea de la maximización de objetivos, que rige nuestras conductas y también nuestro ejercicio laboral, con la realidad en la cual es complejo determinar metas específicas para los casos en los que intervenimos y sobre todo es complejo visualizar si esas metas están cumplidas y de qué forma, una vez hecha la intervención. Respecto de esto la guía resulta una ayuda dado que no plantea una dinámica en la que se deben conseguir objetivos sino que pone la centralidad en el proceso y en los sujetos, alivianando de esta forma el peso que la lógica de metas nos impone. Volviendo a la situación de intervención planteada como ejemplo, basta pensar en qué hubiéramos considerado como objetivo para la misma para reconocer que se torna complejo pensar en logros específicos, establecidos de antemano y rígidos, con lo cual la guía acompaña cierto margen de resistencia contra la idea de un desarrollo etapista de las intervenciones.
Otro aspecto que resultaría una limitación en el caso de apegarnos estrictamente a la guía a forma de protocolo inquebrantable, es el de las posibles articulaciones a efectuar al momento de intervenir, ya que la guía plantea la elevación de situaciones al Servicio Local y el contacto con la autoridad de inspección y en ese sentido se omiten diversas posibilidades de trabajo conjunto, ya sea con otras instituciones o con la comunidad, esto último resultaría un acto de gran resistencia dado que ampliaríamos el margen de actuación a actos por fuera del protocolo y a su vez tendríamos en consideración a población que sistemáticamente ha sido marginada por el sistema socio-económico neoliberal, como lo son en este caso las personas migrantes de países limítrofes, tal como plantea Campana (2021, p.18) cuando menciona la potencia de trabajar con las poblaciones a las que se considera desechables, el compartir espacios con otros que buscan subvertir el orden violento que los oprime, pensar como colectivo y formar alianzas.
Claro que la guía no obra de cierre ante estas posibilidades, pero si flaqueamos en la contraofensiva hacia la protocolización del ejercicio y caemos en la actuación que se rige únicamente por la guía de orientación podemos clausurar la apertura de aristas que abordan las situaciones desde la integralidad, lo comunitario y lo popular mediante la composición de redes.
Conclusiones
A partir del caso planteado busqué identificar posibilidades y limitaciones con respecto al accionar enmarcado en la guía de orientación escolar, en relación a esto creo que podemos considerar que no es posible pensar en nuestra intervención como escindida del contexto en el cual vivimos. La guía propone sortear lógicas fragmentarias pero a su vez supone el desafío para el Trabajo Social de acompañar esa resistencia y no recaer en tomar el recurso como cerrado y total, si no intervenimos con acciones situadas se diluye la autonomía profesional y estaríamos intentando apelar a un documento que plantea situaciones naturales sin trasfondo alguno.
La intención del presente trabajo es obrar de punto de partida abriendo algunas preguntas que ofrezcan potencial de contestación a las tendencias instrumentalizadoras, y que se centren en producir prácticas que ensanchen el margen de posibilidades en el acceso de la población a sus derechos. Se trata de un realizar un esfuerzo por visibilizar cómo se despliegan las competencias teórica, metodológica y política en lo cotidiano de nuestras intervenciones. ¿Cómo permean las decisiones cotidianas las imposiciones propias del sistema en el que vivimos? ¿Cómo se adaptan y cómo resisten los profesionales a estos mandatos? Son preguntas necesarias para seguir pensando la intervención y los factores que se juegan a la hora de llevarla a cabo.
1 Proyecto T 133 denominado “Trabajo Social en escenarios neoliberales: instrumentalización de las prácticas y resistencias de los equipos profesionales. Un análisis crítico de las Intervenciones sociales del 2022-2026”, dirigido por la Mg. Maria Pilar Fuentes y codirigido por la Mg. Clara Weber Suardiaz.
AUTOR:
Juan José Ostroff Licenciado en Trabajo Social
Bibliografía
- Campana, M. (2021). Crítica y resistencias: ¿cuáles son las trincheras posibles?
Propuestas Críticas en Trabajo Social – Critical Proposals in Social Work. Pp. 12-27.
- DGCyE (2023). Dirección de Psicología Comunitaria y Pedagogía Social: Comunicación
Conjunta 1, Actualización de la Guía de orientación para la intervención en situaciones
conflictivas y de vulneración de derechos en el escenario escolar.
- Hernández Echegaray, A. (2024). Elementos teóricos en torno a la desprofesionalización
del trabajo social. Cuadernos de Trabajo Social 37(1), pp. 167-178.
- Muñoz Arce, G.; Duboy Luengo, M.; Villalobos Dintrans, C.; Reininger, T. (2022). ‘Oponerse sin perder el puesto’: tensiones y resistencias profesionales en la implementación de programas sociales en Chile. Rumbos TS N°28. Pp. 89-108.