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Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

Si sufrís violencia de género llamá al 144.

Introducción

La enfermedad infecciosa por COVID-19 fue declarada oficialmente como pandemia por la Organización Mundial de la Salud el día 11 de marzo del 2020. En cada país, esto significó la toma de acciones por parte de sus gobiernos a fin de mitigar sus efectos, y Argentina no fue la excepción. El día 19 de marzo de 2020 se da inicio al aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO), a partir de un decreto del gobierno nacional que estipula que las personas deben permanecer en su residencia o lugar de paradero, con la excepción de un movimiento limitado para cubrir necesidades básicas tales como la provisión de productos alimenticios, farmacéuticos, y la asistencia en salud, entre otras.

Además, a las y los miembros de las fuerzas de seguridad, se los designó como trabajadores esenciales, exceptuándolos del confinamiento, y obligándolos a continuar / reconfigurar sus tareas laborales en un marco general de limitación al derecho de circulación, haciéndolos responsables del cumplimiento de esas medidas, y facultándolos a realizar las “acciones necesarias para hacer cesar la conducta infractora” (DNU 297/20201).

En este contexto, y durante los años 2021 y 2022, desde el Observatorio de Violencias Sociales (OViSoc) de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) se realizaron 62 entrevistas a efectivos de las fuerzas de seguridad con el propósito de conversar acerca de sus prácticas, y a fin de registrar, sistematizar y analizar que reconfiguraciones se dieron en su accionar con el advenimiento de la pandemia.

El presente artículo presenta una síntesis del trabajo analítico realizado sobre las desgrabaciones de las más de 50 horas de sentimientos, significados y percepciones que el personal de las fuerzas de seguridad expuso sobre un momento excepcional de nuestra historia, donde la intervención policial en territorio se conjugó con la agudización de la situación de vulnerabilidad social que ya atravesaba a las poblaciones del sur del Conurbano Bonaerense.

Desafíos metodológicos

Las restricciones por la pandemia, y las normativas sancionadas para su cumplimiento, contribuyeron a la emergencia de nuevas tareas asignadas a las fuerzas policiales y de seguridad, así como la reconfiguración de otras, tales como los controles de permisos de circulación a peatones y vehículos, pedidos de documentación, acompañamiento y organización de filas de bancos, supermercados y otros comercios, custodia y transporte de las vacunas, intervención en fiestas clandestinas, así como la colaboración en la organización de concurrentes a centros de testeo, hospitales y centros de vacunación.

Resultó interesante entonces la posibilidad de indagar sobre cuáles fueron las interpretaciones de los miembros de las fuerzas de seguridad entrevistados acerca de sus formas de intervención durante la pandemia, para analizar si las interacciones con la población resultaron en una continuidad de históricas estrategias implementadas para sostener el control social, o si experimentaron algún grado de mutación promovida por la situación de aislamiento, que si bien fue de carácter temporal, presentan la potencialidad de cristalizarse en la postpandemia.

La hipótesis de trabajo fue que, en contexto de pandemia, las intervenciones policiales reprodujeron las lógicas de arbitrariedad, hostigamiento y violencia que caracterizan al accionar policial cuando interactúa con poblaciones vulnerables, pero de manera acentuada, ya que se dieron en un marco de incipiente incremento de las tensiones y conflictos interpersonales, motorizados por la ruptura de los lazos sociales y la crisis económica resultante del aislamiento, el creciente desempleo y la intensificación de las desigualdades.

A fin de sostener o rechazar esta hipótesis, se planteó como insumo fundamental para el trabajo de campo la entrevista semiestructurada, entendiendo que en ella se produce un encuentro discursivo a partir del cual la realidad se construye en la interacción entre los hablantes, en un proceso constante de producción de significados.

Ahora bien, la situación de encuentro con un policía en una entrevista compone un escenario complejo. Las instituciones policiales suelen ser esquivas a permitir que sus funcionarios se presten a participar de procesos de investigación. En una estructura institucional militarizada y jerárquica como la policial, la concepción sobre la necesidad de mantener en secreto las modalidades de su accionar, y el temor a ser criticado o juzgado por sus prácticas, se expresan en una actitud de desconfianza ante cualquier extraño a la institución que pretenda construir en torno a ésta un saber.

Debido a esto, la selección y el acercamiento a los policías entrevistados se realizó a través de referidos facilitados por los estudiantes de UNAJ. Con la implementación ulterior de la técnica de bola de nieve, los policías identificados originalmente, recomendaron a otros colegas, que se sumaron al muestreo, para así, aportar su experiencia durante la pandemia.

Resulta prudente mencionar que como al momento de realizar el trabajo territorial todavía había registros de casos positivos de COVID-19, la opción virtual primó como una alternativa válida si el entrevistado así lo prefería. Cada entrevista fue acompañada por un registro de campo, conteniendo la información sustancial sobre el evento conversacional y el marco donde fue realizado, facilitando así, junto con las desgrabaciones, el proceso de análisis que se sistematizaría en tres dimensiones: rutinas, miedos y violencias, categorías que son presentadas de manera resumida a continuación:

Rutinas: “Era por hacer estadística”

Los cambios en las dinámicas sociales a partir de la pandemia, determinaron la emergencia de nuevas contravenciones, vinculadas con el incumplimiento a las imposiciones de restricción a la circulación, y a la ocurrencia de encuentros sociales y/o recreativos, cuando éstos estaban expresamente prohibidos. Estas contravenciones resultaron en el engranaje acelerador de algunas prácticas policiales que, aunque ampliamente estudiadas por las ciencias sociales en el pasado, encontraron en el contexto de pandemia, el resorte perfecto para ser profundizadas.

El hostigamiento policial y las detenciones arbitrarias no son infrecuentes. Resultan en prácticas persistentes en nuestro territorio, cuyas motivaciones pueden ser variadas. Suele vérselas como dispositivos eficaces para la obediencia, pero también, como sanciones normalizadoras, que actúan sobre aquellos que, desde el punto de vista policial, se desviaron de una regla. Las limitaciones a la circulación resultaron en una de las reglas impuestas por el gobierno nacional para mitigar la propagación del contagio de COVID-19, y el Artículo 2052 fue el instrumento normativo elegido, para intensificar los patrones de arbitrariedad y hostigamiento preexistentes.

Esta práctica de “hacer estadística” no es novedosa. La policía aplica sistemáticamente esta estrategia para demostrar, con un elevado número de detenidos, una falsa eficacia en la labor preventiva del delito, aunque, como en este caso, las personas detenidas debido al incumplimiento de las restricciones a la circulación, no tienen ninguna vinculación con hechos delictivos concretos:

Si, después bajaron una orden de servicio de bajar a todos los ciudadanos que en tal horario no estén en su domicilio sin ninguna justificación y más que nada era por estadística. (Carmen, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 34 años)

Si bien los testimonios de los entrevistados pueden ser tomados como expresiones individuales, creemos que los mismos, en la perspectiva de conjunto, se inscriben en un discurso institucional que los hace posible y los legitima, incluso, cuando hablan acerca del miedo.

Miedos: “Muchos compañeros estaban muriendo”

Los cambios repentinos e imprevisibles en las rutinas laborales de la policía, y la exposición al virus de COVID-19 debido a las características de su trabajo, se constituyeron en sendos vectores de un mismo fenómeno, que se pueden encapsular bajo una referencia más simple, y que describe de manera asertiva el sentimiento que los policías entrevistados expresaron al momento de las conversaciones: el miedo.

El miedo fue sintomático de las experiencias policíacas en pandemia, ya que estuvieron expuestos a mayores riesgos. Una gran cantidad de testimonios dieron cuenta de este sentimiento de miedo creciente al contagio, convirtiéndose en una de las saliencias más significativas del trabajo de construcción de conocimiento realizado:

Muchos compañeros estaban muriendo. Muchos compañeros murieron, que es algo que tampoco se abre a la gente. Que pasa: nosotros tenemos IOMA3 que nos cubre. IOMA no nos cubría los hisopados. Entonces cuando había algún caso de COVID, o una sospecha de COVID, te ibas a recorrer todos los hospitales… Estábamos como a la deriva de Dios. Entonces, mayormente muchos compañeros se murieron en la casa, porque no teníamos dónde ir. (Sofía, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 32 años)

Está pandemia cambió todo. Todo se modificó mucho en el tema de que quizás nosotros teníamos que tener el doble de cuidado por el tema del contagio pero a la vez estábamos en contacto todo el tiempo con gente que está contagiada. (Carla, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 36 años)

De los testimonios recogidos, surge además del miedo, una visión segregadora de la relación de poder entre la policía y la población, donde, en varias oportunidades, los entrevistados deslizan una distinción indeleble entre “el ellos” y “el nosotros”, dos mundos articulados por el nivel de dominación de los que tienen que garantizar la seguridad de las personas, por sobre el de la población general, que se encuentra a merced de lo que el poder policial determine. De esta forma, la policía solidifica la construcción de su identidad, reforzando sus propias características y rasgos identitarios en oposición a los otros que no son policías. Esta asimetría de poder ubicaba a la policía en un rol omnisciente, ostentando su inmunidad y fortaleza ante la población sometida a sus designios.

El miedo al contagio se posiciona entonces como una variable que podría poner en riesgo esta relación de dominación. Esta exacerbación del miedo puso en tensión a la relación de dominación que típicamente la policía expresa sobre la población general. Esta relación dicotómica entre el que ostenta el poder y el que infructuosamente lo detenta, fue cerrando filas, promoviendo un incipiente balance de fuerzas que debía ser contrarrestado rápida y eficazmente. Las demostraciones y acciones violentas suelen formar parte de la estrategia policial para desarticular cualquier intento de balancear la ecuación y poner a la población en la situación que pueda pugnar por sus derechos cuando estos han sido persistentemente conculcados.

A partir de las mutaciones percibidas en este panorama inédito, pero que tienen la potencialidad de persistir en la pospandemia, se hace menester aumentar el grado de alerta desde la comunidad organizada, ante las posibles consecuencias negativas que puede provocar en el territorio el despliegue de fuerzas de seguridad que exprese, de manera inequívoca, sus sentimientos de miedo, a través de la violencia.

Violencia: “Allí la gente no es común, no es como nosotros”

La violencia fue una de las plurales consecuencias de la pandemia en el entramado social, y fue percibida a partir de las características que adoptó la intervención policial, sobre todo cuando tuvo como destinatario privilegiado a las poblaciones vulnerables.

Las villas emplazadas en el sur del Conurbano Bonaerense representaron un desafío inédito para la gestión de la pandemia, cuestión que tuvo su impacto y repercusión en las subjetividades de la policía que debió intervenir en esos espacios territoriales. La cuestión preexistente de la desafiliación de la población que vive en las villas de emergencia daba cuenta de la inequidad y la desprotección a la que están expuestos, características que se vieron potenciadas por el advenimiento de la pandemia, y dinamizadas debido a la desconexión producida con las instituciones que brindan contención y protección social, tales como la escuela, o los centros de integración comunitaria.

La lógica del funcionamiento de los barrios populares del sur del Conurbano Bonaerense sufrió una significativa transformación a raíz del aislamiento estricto. Al menos eso denota la percepción de los agentes policiales que tuvieron la oportunidad de intervenir en ese contexto:

A mi me tocó la zona 31, que en ese momento era la Villa Azul, Acceso Sudeste hasta Lynch era mi zona, y desde Mitre hasta la autopista ¿no?, que es San Martín. Eh… Una zona complicada, es medio villa, medio asentamiento, y la gente no es común, no es como nosotros que nos levantamos temprano y después estamos a la noche, otros horarios, y bueno no hacían caso. (Eduardo, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 30 años)

Yo tenía un compañero que vino de Solano. Según el lugar, son diferentes formas de trabajo. Vos te vas a reir, pero son muy diferentes formas de trabajo. Yo por ejemplo tenía un compañero que vino de Solano, y era un loco de la guerra, el tipo arrancaba a patada ninja a todo el mundo, no le importaba nada, un loco. Pero era otro lugar… (Sofía, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 32 años)

Después lo agarramos a la noche y estaba trepado en una casa [a un pibe], metiéndose adentro de una casa, se había robado, no sé, bicicletas, ya había pasado de todo para el otro lado, era terrible ese pibe. Entonces le digo a mi compañero: “ahora si agarralo”, cuando yo le di el OK, lo agarró así de las patas y plum, lo bajó, y el nene decía: “no me pegue señor, no me pegue”. Metele una patada en el culo. Le metió una patada en el culo y lo metió para adentro. “No señor, no me pegue, no me pegue, no voy a robar más, no voy a robar más”, después ahí se calmó, pero ese pibe era terrible… (Sofía, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 32 años)

De los relatos se desprenden la estigmatización y los sesgos que operan en la policía sobre las personas que viven marginadas de la sociedad, y atravesadas por un sinnúmero de desprotecciones sociales que no hacen otra cosa que vulnerar sus derechos. Desde las lógicas de intervención policial, cuando estas personas son constantemente vigiladas y disciplinadas, es mucho más probable que se ajusten a las normas y valores que la institución policial intenta imponer.

Al mismo tiempo, al imponer en los barrios más humildes y en los sectores sociales más desprotegidos el temor hacia el personal uniformado, se está implementando eficazmente una de las tácticas de control social a través de las policías más extendidas. Esta forma represiva que surge de la narrativa de las y los policías entrevistados, se caracteriza por estar dirigida, sin otro criterio de selectividad más que la pertenencia a un determinado estrato social, a los sectores más vulnerables de la sociedad, a los más pobres, y como pudimos inferir a partir de los relatos, también a niñas, niños y adolescentes, los más jóvenes, con el único afán de disciplinar, de forma preventiva, a quienes podrían mostrar interés en desafiar al status quo, a cambiar el estado de las cosas, y que, por lo tanto, representan un riesgo potencial para el sostenimiento del sistema de dominación ejecutado por las fuerzas de seguridad.

¡Las clandestinas fueron terribles!, ¡las clandestinas fueron terribles!, no había forma, nos superaban en número: eeh doscientas, trescientas personas, todos chicos, incluso había menores eso fue complicado, eso fue, muy, muy, muy, complicado. (Luisa, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 47 años).

Los relatos dan cuenta de las lógicas punitivistas e individualistas que operan en el mapa de significaciones que conduce las intervenciones policiales, en este caso en referencia a los jóvenes. Punitivista porque desconoce a las inequidades sociales como uno de los factores que contribuyen al deterioro de las protecciones sociales, y que deja a los jóvenes en situación de vulnerabilidad, al poner el foco sólo en los síntomas; e individualista, porque carga toda la responsabilidad sobre los jóvenes y sus familias, desconociendo la responsabilidad del Estado (del cual la policía forma parte) en la construcción de los jóvenes estigmatizados como peligrosos. Las fiestas clandestinas referenciadas por los entrevistados abrieron un nuevo viejo debate:

[Sobre el expertise acerca de una posible fiesta clandestina] Y porque iban con bebidas alcohólicas en la mano, se sabía que iban a un domicilio particular, digamos esa sospecha policial, ese olfato policial quedó atrás eso ya no corre más pero… Uno se daba cuenta. (Mauricio, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 38 años)

[Sobre el expertise acerca de una posible fiesta clandestina] Veíamos algo sospechoso y ya teníamos que hacer el otro laburo de policía, que es la prevención y la protección ciudadana y de los bienes, ¿Entendes?… Si veíamos que la gente estaba amontonada, como fue de público conocimiento las que habían cobrado el plan en el banco y estaban en la esquina tomando cerveza, ¿Te acordas?… Teníamos que cumplir el decreto ese. Si vos estabas en la calle y no podías justificar, ¿Cómo es? Tenías que bajar y notificarlo… Ahora, si yo te bajo por ese decreto, y vos tenés pedido de captura, obviamente, vas a quedar detenido. (Dante, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 40 años)

De las narrativas de estos entrevistados, surge que la nueva configuración de la calle a partir de las restricciones a la circulación, no alcanzó a restringir el uso y abuso del “olfato policial”, y en combinación con las prácticas de detenciones arbitrarias que analizamos anteriormente, y que fueron facilitadas por el decreto de limitación a la circulación emitido por el gobierno. La construcción de la subjetividad policial se refuerza en base a estereotipos, prejuicios, sexto sentido, que operan en la forma que mapean lo que le devuelven sus sentidos, con sus propias grillas de categorización, y que fueron cristalizando a partir de la práctica:

Y uno con el tiempo, yo hace siete años que estoy. Uno se da cuenta, es algo que lleva adentro. Porque por las actitudes que tiene la persona. El que está haciendo un ilícito o el que quiere robar o lo que quiera hacer; uno generalmente aparta la mirada del policía. Se pone nervioso, empieza a transpirar porque le da miedo, y entonces… Uno lo puede percibir. Y alguien que realmente está haciendo su día a día, que está yendo al trabajo… Eso se nota… Es algo que con el tiempo uno lo va adquiriendo. (José, Policía de la Provincia de Buenos Aires, 33 años)

La criminalización de la policía hacia los jóvenes en situación de vulnerabilidad es una de las saliencias que emergen del análisis de los discursos de los policías entrevistados y que permiten identificar a algunos de los criterios que emplean para clasificar a un joven como delincuente, y actuar en consecuencia, siempre haciendo énfasis en el olfato policial, o golpe de vista. El conocimiento policial se sostiene en los gestos, en las actitudes, o en las miradas que se producen en un campo de interacción entre la policía y los sujetos de su intervención. De esta forma, adquieren la capacidad de leer al cuerpo del otro, capacidad que se agudiza cuando el territorio de intervención es la calle, los barrios pobres, las villas, las estaciones de tren, o los asentamientos urbanos, que aparecen como estimulantes para el despliegue de su poder estigmatizador. El olfato policial se convierte en un preciado radar que le da prestigio al que lo posee, y marca una línea parteaguas entre los policías, y los que no lo son. Lo intrincado de esto, es que la respuesta negativa de las personas de a pie a los sesgos es la discriminación, sin embargo, la respuesta policial a las estigmatizaciones puede ser la muerte.

Reflexiones finales

A lo largo del artículo, se realizó un análisis de los modos de intervención de las fuerzas de seguridad, sobre todo cuando estuvieron yuxtapuestos al contexto de vulnerabilidad de derechos que experimentaban los sectores populares del sur del Conurbano Bonaerense, y que se vieron interpelados por las diferentes fases que atravesó la pandemia.

En el apartado metodológico, se resaltó el objetivo del proyecto investigativo, que se propuso explorar acerca de la relación que entablaron las fuerzas de seguridad con la comunidad, relación que creció en intensidad si consideramos el cierre preventivo de otros espacios de interacción social. Además, se dió cuenta de la técnica seleccionada para garantizar el cumplimiento del objetivo, resaltando los desafíos impuestos por el propio contexto, y por las características particulares del sujeto de estudio.

En el apartado de rutinas, se focalizó en las reconversiones que se dieron durante el período de pandemia, y que pudieran cristalizarse en la pospandemia. Fue posible reconstruir, a partir de las percepciones de los policías entrevistados, como prácticas pre-existentes, tales como las detenciones arbitrarias y el “hacer estadística”, se vieron magnificadas a la luz de las medidas de restricción a la circulación impuestas.

En el apartado de miedos, las narrativas de las y los policías entrevistados dieron cuenta, desde su percepción, de cierta continuidad de las modalidades de intervención, similar a la de los contextos que no están atravesados por situaciones de emergencia. Sin embargo, resulta destacable que los entrevistados también señalaron una profunda sensación de miedo al contagio. El miedo puede interpelar a la relación de dominación que la policía ejerce sobre la población. Una de las estrategias que la institución policial encontró para restaurar ese desbalance de poder, es a través de la violencia.

El último apartado pone el foco en la violencia. La crisis económica, el desempleo, la vulneración de los derechos de la población, y las profundas desigualdades sociales devenidas de la pandemia, caracterizaron al marco temporal de este proyecto, que permitió visibilizar el impacto social desde la perspectiva de las ciencias sociales, en un momento donde lo que primaba era la intervención sanitaria. A partir de esa mirada fue posible identificar cómo la policía intensificó la utilización de una herramienta preexistente en su abanico de intervenciones violentas, especialmente en perjuicio de los sectores o grupos más vulnerables de la sociedad: el expertise del olfato policial, que es un aparato estigmatizador que no hizo más que profundizar los sesgos y prejuicios que la policía construyó a lo largo del tiempo sobre las poblaciones que potencialmente podrían poner en tensión su posición de dominación en la sociedad. El estado de excepción fue utilizado entonces como coartada para ampliar los niveles de violencia arbitraria, y exacerbar la utilización de mecanismos que conculcan los derechos de las poblaciones más desprotegidas.

Desde el enfoque del trabajo social, la expectativa es que este artículo pueda aportar a la construcción de diagnósticos precisos sobre las situaciones socialmente problematizadas en el territorio, edificando los saberes imprescindibles en conjunción con las potencias y capacidades de los propios sujetos, para elaborar propuestas de intervención efectivas, y que habiliten la transformación y el desarrollo integral de las personas cuyos derechos hayan sido conculcados.

Pensando en la pospandemia, estos hallazgos no hacen más que profundizar interrogantes que llevan tiempo en la mesa de los cientistas sociales, y que podrían ser recuperados en futuros proyectos de investigación: ¿Será momento de despoliciar los eventos que sean atravesados por la cuestión social, donde un grupo multidisciplinario de expertos podría obtener resultados más virtuosos? ¿Sería posible promover intervenciones no policiales para regular la conflictividad, aplicando diferentes lógicas de intervención, desde el momento de la denuncia, y atravesada por un paradigma de corresponsabilidad entre las diferentes agencias del Estado (en caso de intervención en situaciones de consumos problemáticos, salud mental, cuestiones de género, etc.)? ¿Podrían incorporarse al debate otras voces, como la de los movimientos sociales organizados, o los dispositivos enmarcados en la economía social y solidaria, para que, junto a esas potencias y capacidades, se pueda promover la construcción colectiva de alternativas a los sistemas de seguridad actuales?

Interrogantes, entonces, que quedan pendientes para un análisis futuro, pero que han servido de horizonte para las reflexiones del presente artículo.

1 El texto completo de esta normativa puede ser consultado en: Decreto DNU 297/2020 | Argentina.gob.ar

2El Artículo 205 es un artículo del Código Penal en indica que: “Será reprimido con prisión de seis meses a dos años, el que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes para impedir la introducción o propagación de una epidemia”, y que fue utilizado por la policía como argumento normativo para justificar su accionar durante la pandemia.

3IOMA refiere al Instituto de Obra Médico Asistencial, que es la obra social de la provincia de Buenos Aires, y que le da cobertura médica al personal policial en este territorio.

Autor: Alejandro Salgado – Ingeniero de sistemas (Instituto el Instituto Universitario Aeronáutico), Técnico Universitario en Intervención Social (UNAJ). Actualmente es estudiante avanzado de la Licenciatura en Trabajo Social de esa misma casa de estudios.

Fotografía: SERGIO GOYA “Trabajadores de la salud”

Bibliografía

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