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Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

Si sufrís violencia de género llamá al 144.

Mural del artista popular Luxor

El presente trabajo fue elaborado para las “III Jornadas de Trabajo Social UNAJ”. Apunta a compartir algunas reflexiones producidas a partir de la experiencia de ser Trabajadora Social y jefa concursada de un Centro de Salud Municipal.  

Intenta reflejar desde lo vivencial, aspectos relevantes del hacer profesional en diálogo con otras disciplinas con quienes comparto la vida institucional cotidiana. Muestra las búsquedas realizadas en post de intentar construir modalidades de trabajo que respondan a los complejos escenarios de intervención, agudizados en este último semestre. 

Me parece importante desarrollar inicialmente tres ideas: la primera, la fuerza de la palabra como recurso; la segunda, la idea de proceso; y la tercera, la importancia de una práctica situada. 

En cuanto a la primera idea, me gustaría hacer mucho hincapié en la necesidad de que nos entrenemos como TS en la potencia que tiene la palabra. Quizás sería más adecuado, hablar del diálogo, del encuentro, de la escucha. Y claramente esto se ha dicho innumerables veces, pero mi experiencia me ha demostrado que es la base fundante de buenas intervenciones profesionales. Es imprescindible un encuentro genuino, con interés, donde se habilite la palabra de la persona con la que estamos trabajando, para que “algo” empiece a moverse en esa intervención porque, en definitiva, cuando buscamos intervenir, buscamos “iniciar movimientos”, que algo empiece a cambiar…

Ma de los Ángeles Aguilera cuando habla sobre la entrevista, identifica un momento como “el arte de no ir al grano (AGUILERA, 2005). Me gusta mucho esta imagen porque en el primer encuentro con una persona que se acerca a verme al Centro de Salud, luego de presentarnos y escuchar esa demanda inicial que motiva que la persona esté ahí, me gusta frenarla y decirle:  “-Pará, contame de vos” (con la pregunta más abierta que me salga en ese momento). Eso suele desestructurar. Lamentablemente las instituciones fuimos perdiendo esa humanización del encuentro. Ese registro de lo que hace singular y propio a una situación. Abrumados por la fila de gente que hay afuera esperando, o por los multitrabajos y el ritmo de vida, poner piloto automático y mirar “el grano”, lo inmediato, y seguir… se vuelve muchas veces tentador.

Pero eso nos lleva a la segunda idea: plantearnos las intervenciones en términos de proceso. Hay veces que son cosas que por urgencia o porque hay alguna alternativa de gestión rápida, se pueden “resolver” pero la gran mayoría de nuestras intervenciones requieren de varios encuentros. Suelo decirles: – bueno, hoy nos estamos conociendo, pero por un tiempito al menos, seguramente nos veamos algo seguido… Y ahí, en función de lo que haya ocurrido en ese encuentro, en ese diálogo, solemos identificar “tareas” que nos corresponden a cada unx: Quizás la persona tenga que recolectar papeles que nos sirvan para la gestión, o iniciar “x” cosa. Y a mí me quedan otras tareas como Averiguar de alguna institución para “x” cosa, conseguir una interconsulta para otra, o lo que sea. Esa enunciación de tareas compartidas, de que ambxs tenemos cosas por hacer en función de la situación que estuvimos analizando, nos habla en los hechos de ese sujetx activx al que tanto hacemos referencia en TS. De esas prácticas que pueden habilitar otras formas de ser y hacer

Y esto requiere siempre de prácticas situadas. Con conocimiento de los territorios donde trabajamos, con registro de sus singularidades, de sus referentes, de sus instituciones, de las disputas de poder y de los egos políticos, entre muchos otros componentes de la dinámica territorial. 

Hablar de prácticas situadas, nos lleva instantáneamente a un aquí y un ahora, a un recorte espacio-temporal. Pero la dimensión histórica constituye una herramienta muy interesante para pensar estrategias situadas. Conocer la historia del territorio que habitamos, nos permite recuperar estrategias colectivas implementadas en otros contextos (en mi espacio: Clubes de trueque, Mesas de gestión de CIC y de UGL, ferias de compra-venta de productos, grupos de Whatsapp y de Facebook, entre otros). Mantener viva esa memoria del potencial del territorio, de la implementación de respuestas colectivas, instala prácticas disruptivas en relación a los discursos actuales. 

Porque hay algo que es muy claro: este momento de tanta crueldad nos pone frente al desafío (quizás más que nunca) de aportar a recomponer la trama social, los lazos sociales, para protegernos colectivamente ante semejantes atrocidades. Y esto me lleva a mí a otra certeza: Siempre es con otrxs.

En la gran mayoría de mis intervenciones como TS de un Centro de Salud tengo que articular con otrxs personas para abordar las situaciones. Si es hacia adentro del CAPS, hemos construido después de años de trabajo, la confianza y la responsabilidad de anotar en el cuaderno de turnos de otrx compañerx, la interconsulta que se requiera, como una especie de derivación interna tomando un turno protegido cuando evaluamos que la situación lo requiere. 

Pero más allá de eso, rescato acá lo que denomino “el trabajo en la cocina”, porque es en ese lugar, donde nos solemos encontrar antes de empezar o al finalizar la atención del día, donde he podido construir mayores intercambios interdisciplinarios de mi vida profesional. Seguramente no tan rigurosamente como lo indican quienes estudian sobre el tema, pero sí, donde hemos podido intercambiar miradas y acordar estrategias conjuntas. 

En realidad, de lo que se trata es de ponerle el cuerpo y comprometerse con el abordaje de la situación. Y ahí te encontrás con profesionales que te plantean la situación de alguien para “sacarse la papa caliente de encima”, para que sea un problema de otrx: “atendelo vos, es un caso social” (como si hubiese casos “no sociales”) y otrxs que tienen la disponibilidad y sobre todo el compromiso de involucrarse para pensar y hacer en función de lo que se decida conjuntamente. 

Pero hay situaciones que requieren de intervenciones que exceden lo que podemos resolver al interior del CAPS, y en esta instancia adquieren relevancia las famosas Redes. Son herramientas realmente muy valiosas, que pueden revertir el usual derrotero de eternos recorridos por un montón de espacios/instituciones a las que las personas deben recurrir, en la búsqueda de atender los problemas que poseen. 

Las Redes requieren de reciprocidad. Necesitan de la retroalimentación de sus integrantes, de que cada uno de los nudos de esa red se haga cargo de su responsabilidad en el todo. Pero aprendí también que las redes las construimos las personas. Es interesante identificar cómo, a partir del hacer, de ser parte, vas encontrándote con otrxs que también están buscando cómo trabajar sobre las complejas situaciones que conocemos a diario.  No es lo mismo, para derivar a alguien a otra institución, decirle la dirección y el horario de atención, que comunicarte previamente con un referente de ese espacio, acordar una derivación, preguntarle cuándo lx puede ir a ver y concertar un encuentro. Brindar dedicación a este momento de la intervención ayuda a sortear las barreras de la Accesibilidad en salud.

Las posibilidades de respuesta son limitadas e insuficientes. Y cada vez la crisis se agudiza más, las necesidades aumentan, la demanda se complejiza. Porque también se está produciendo, una cada vez mayor, heterogeneización del público que concurre a atenderse al CAPS. Más allá de lxs vecinxs que concurrían frecuentemente, hoy recibimos nuevxs desocupadxs; personas con obra social (con empleos de baja remuneración o integrantes de cooperativas) que no pueden pagar los diferenciales que les piden para comprar los remedios o que atenderse por la OS le implicaría ir al un consultorio en otro municipio. Ese aumento de demanda suele ubicar a todo el personal del CAPS ante dilemas difíciles de resolver. ¿A quién se le prioriza la atención?, ¿Cómo le negás un medicamento a alguien que te dice que no va a poder comprarlo por la OS? ¿Cómo se lo das sabiendo que en media hora no vas a tener para alguien a quien ni siquiera le cubren una parte y que sus ingresos son aún peores…?  Y esto excede al tema de este artículo, pero es muy importante que empecemos a ocuparnos del impacto subjetivo en la salud mental de quienes estamos trabajando cotidianamente en estas circunstancias.

Porque en el territorio se hace evidente esa certeza de que es en los sectores de mayor vulnerabilidad histórica (como la población del conurbano bonaerense) donde más rápido se manifiestan las problemáticas surgidas por el corrimiento del Estado, la depreciación generalizada de los salarios, el aumento en la desocupación, etc. No obstante, es mi intención no quedarnos entrampados en que los determinantes sean obturadores de cualquier hacer posible. 

Finalmente, a partir del trabajo vinculado a la Salud sexual integral desde el Primer Nivel de Atención, se recrean experiencias que constituyen una forma particular de trabajar y entender la intervención en lo social.

Tanto en los talleres en las escuelas como en la atención ante consultas por interrupciones de embarazo, lo que en definitiva considero que estamos trabajando es: el derecho a elegir, el derecho a decidir.   

Las poblaciones con las que solemos trabajar en Florencio Varela, podrían agruparse mayoritariamente en lo que Adriana Clemente caracteriza como pobreza persistente1. Este tipo de pobreza, más estructural, que se viene sosteniendo de generación en generación, tiene como mayor preocupación, la subsistencia diaria. 

Recuerdo que una vez en una charla de Javier Auyero sobre su libro “Cómo hacen los pobres para sobrevivir”, dijo que algo que había aprendido en su investigación era que el concepto “llegar a fin de mes” al que solemos hacer referencia, está expresado desde la lógica del trabajador asalariado, que espera su próximo sueldo. Eso, más allá de algunos ingresos regulares por programas sociales, no es una expresión correcta para caracterizar las situaciones de las clases populares con las que trabajamos. Los tiempos se acortan, las necesidades se hacen más urgentes y las preocupaciones tienen que ver con el hoy o el mañana…

Y esa dificultad estructural por proyectar, producida claro está, por los determinantes sociales y no por responsabilidades individuales, se manifestaba particularmente en “la maternidad”, donde una de las dimensiones que se jugaban tenía que ver con la “aceptación de lo que tocaba”, con roles instituidos que trascienden obviamente a las clases populares porque nos atraviesan a todas las mujeres, pero que se expresan particularmente en ese grupo. Y eso, por el impacto sobre todo del movimiento de mujeres, ha empezado a cambiarse. Ha empezado a desestructurarse, a ponerse en cuestión. Y en esto, tenemos que ver también lxs TS, porque somos muchas veces quienes en las instituciones ponemos sobre la mesa estos debates, quienes sostenemos las charlas comunitarias sobre género, sobre violencias, y también quienes llevamos adelante (junto con otrxs profesionales mayoritariamente no hegemónicas: enfermería, obstetricia) la mayoría de las 23 asesorías sobre IVE que hay hoy en Florencio Varela.

Desde ese lugar intentamos trabajar el tema de la sexualidad y especialmente el de la maternidad. La contundente frase parida desde el movimiento feminista de “La maternidad será deseada o no será”, tiene que ver justamente con esto. Y de eso especialmente se trata: de acompañar lo que la persona gestante decida. Por eso está el cartel en la sala que dice: “Si estás embarazada, acompañamos tu decisión. Si querés tenerlo, pedí un turno programado para obstetricia en la administración. Si no querés tenerlo, acércate los lunes, martes, jueves o viernes por la mañana para una asesoría sobre IVE”. 

El poder trabajar en torno al deseo, a la elección, a la posibilidad de decidir y no de simplemente aceptar lo que sucede, creo que es algo muy potente para instalar también esa posibilidad en otras dimensiones de la intervención. 

1 Se trata de un tipo de pobreza cuya característica es la persistencia en el tiempo, por lo que los daños de la situación de pobreza se potencian de manera negativa. Son personas de los centros urbanos y periurbanos afectadas por más de una generación por condiciones de privación que las dejan subsumidas en el campo de la indigencia” (Clemente, 2013).

AUTORA:

M. Paula Álvarez

Lic en Trabajo Social

UNMA – UNLP

 

Bibliografía:

  • AGUILERA, Ma. de los Ángeles (2005). La entrevista. En TONON, Graciela (comp.), Las técnicas de actuación profesional del Trabajo Social (pp. 29-47). Buenos Aires: Espacio Editorial.
  • CARBALLEDA, Alfredo (2006). Capítulo 5: “La intervención en espacios microsociales”. En: La intervención en lo social: exclusión e integración en los nuevos escenarios sociales. Espacio Editorial.
  • CLEMENTE, Adriana (2016). La pobreza persistente como un fenómeno situado. Notas para su abordaje. Revista Perspectivas de Políticas Públicas Año 6 Nº 10 (Enero – Junio 2016) ISSN 1853-925 

 

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