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Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

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una de las tareas de la educación democrática y popular [es] posibilitar en las clases populares el desarrollo de su lenguaje (…) que, emergiendo de su realidad y volviéndose hacia ella, perfile las conjeturas, los diseños, las anticipaciones de un mundo nuevo.  Esta es una de las cuestiones centrales de la educación popular: la del lenguaje como camino de invención de la ciudadanía”

Quienes venimos abrazando a la Educación Popular, este año se han cumplido 100 años del natalicio de Paulo Freire: el gran impulsor de la Educación Popular en Latinoamérica, entendemos a la educación como un acto puramente política, llena de amor y esperanza para los más desposeídos. En Argentina existieron y existen colectivos que transforman realizados desde la concepción transformadora, y que se hacen carne en las prácticas de EDUCACIÓN POPULAR (el modelo educativo y de trabajo que estamos intentando llevar adelante)

  1. Partimos de la PRAXIS.  

Cuando hablamos de praxis nos referimos a la idea de que el primer momento para comenzar a conocer es conocer las cosas que hacemos, las cosas que hace nuestro pueblo, nuestra gente.  Y esto es muy importante, y muy distinto de otras miradas educativas: nosotros, nosotras, creemos que en las cosas que hace la gente hay saber, sabiduría, conocimiento y no ignorancia o acciones “por reflejo”.

  1. Pero, inmediatamente, pasamos al momento de REFLEXIÓN.

Reflexionamos sobre y con esas cosas que la gente hace.  Y es en ese momento de reflexionar en el que cuestionamos, pensamos, buscamos conocer más profundamente el por qué y el para qué de las acciones; y ver si están adecuadas a aquello que creemos, y que queremos conseguir.  Esta reflexión nos permite debatir, discutir, proponer y mejorar siempre lo que venimos haciendo.  Y además nos vamos nutriendo con nuevos aportes, nuevos textos, nuevas miradas, nuevas teorías, nuevas ideas para pensar.

  1. Y nuestra propia práctica nos pide volver a la ACCIÓN.  

Y entonces nos ponemos a hacer cosas, con nuestro pueblo, con nuestra gente.  Y se genera un círculo permanente, sostenido, en el que hacemos – pensamos lo que hacemos – volvemos a hacer… a ese modo de construir el conocimiento junto con otros y otras, con el pueblo es a lo que llamamos la PRAXIS REFLEXIVA, y es la base de todo proceso de EDUCACIÓN POPULAR.

Este proceso nos permite pensar y articular el modo, la manera en que LAS ACCIONES DE EDUCACIÓN POPULAR CONSTRUYEN CIUDADANÍA.

La Educación Popular 

  • tiene una dimensión histórica: trabaja con la experiencia popular de América Latina en la formación del sujeto.

  • tiene una dimensión de clase: está comprometida con la construcción de esa clase para que sea ella quien lleve adelante la transformación de la sociedad.

  • tiene una dimensión política: es el pueblo quien debe hacer ejercicio de su poder de clase.

La educación se hizo tradicional cuando se separó de las prácticas sociales, y por eso se hace popular cuando se vincula a la práctica de los sectores populares, más allá del conocimiento, como una práctica del propio pueblo.

La educación popular es la dimensión educativa de las prácticas sociales.  

En educación popular partimos de las experiencias concretas de nuestra gente.  Son esas experiencias las que nutren las miradas, los modos de pensar y de comprender que cada quien tiene.  Esas experiencias han ido generando un conocimiento, una manera de conocer las situaciones.  A partir del relato de esas experiencias, y en la reflexión del modo en que se han ido formando esos conocimientos, construimos colectivamente el saber sobre las cosas.

Como ven, es totalmente distinto al modelo propuesto por la educación bancaria, por otros modelos pedagógicos en los que el saber es transmitido por alguien que sabe a alguien que no sabe y no construido por los y las participantes del proceso.

Hacia la construcción de un nuevo sujeto pedagógico en tiempos de transformación

Con todo lo dicho, comprendemos que resulta prioritario volver a considerar que la Educación Popular no se reduce a la acción,  a la formación de una conciencia ciudadana y popular- lo que expresa su función concientizadora- , sino que también se orienta al fortalecimiento de las organizaciones de control público popular y comunitario sobre el Estado, lo que corresponde a su función organizadora. En ese sentido, Paulo Freire sostenía que no debemos solo constatar lo que ocurre, analizarlo e interpretarlo, sino que debemos intervenir como sujetos de lo que queremos que ocurra, como protagonistas de la historia, he ahí precisamente el desafío educativo principal: no solo terminar con la liberación de los sectores oprimidos sino que debemos alcanzar también la liberación de los sectores opresores, apuntando más generalmente a la superación de toda estructura injusta de sumisión-dominación, en sus manifestaciones sociales, económicas, culturales y políticas. Es decir,  un proceso educativo que no se oriente a adaptarnos, justificar y resignarnos la realidad que se nos impone, sino una educación para generar propositivamente las condiciones y las disposiciones para ese cambio social y cultural.

Ahora bien, el sujeto pedagógico concebido nos permite distinguir al menos dos componentes de la relación educativa: el  sujeto del aprendizaje y el sujeto de la enseñanza. Parafraseando a Adriana Puiggrós, esta relación – mediada por la educación- reviste una complejidad que debe ser interpretada. En ese sentido, dicha relación condensa un plano relacional entre educador-educando- saberes y se trata de un vínculo que siempre acontece en el marco de procesos políticos, históricos, culturales, sociales y educativos que determinan la posibilidad de habitar el territorio y que a su vez, disponen las condiciones para construir nuevos escenarios. La pregunta que debemos hacernos es, ¿cómo pensamos y repensamos  a la Educación Popular como una apuesta político-pedagógica en esta coyuntura?

Asistimos a un momento de la humanidad donde el tiempo se ha detenido – envueltos en la vertiginosidad con la que ha avanzado la pandemia-, y con sus tristes consecuencias, hay algo que resulta ineludible: todas las dimensiones de nuestra vida se han visto trastocadas. Más aún, en esta nueva situación, el vínculo pedagógico fue tomando otras formas y el viraje hacia soportes digitales ha planteado una serie de dificultades específicas. Si bien poco a poco volvemos a mirarnos  a los ojos, y esos encuentros se construyen casi como un remanso, hoy – como ayer-  la tarea vuelve a ser retomada desde las particularidades de un tiempo que exige un camino nuevo por grandes transformaciones que acompañan en este momento histórico a cualquier habitante del planeta, en cualquier lugar en donde se encuentre. Eso implica ejercicios profundos de ese punto, fundamento de la educación popular, y es la comprensión de la realidad y de los intereses que disputan el destino de ella. Es menester, por lo tanto,  volver a ponderar un pensamiento educativo Latinoamérica que comprenda todas las posibilidades que adopta la educación popular: la educación de adultos, la educación no formal, la de las barriadas, la de género, la de la universidad, las feministas, la de la educación básica y media, la de la educación técnica, y muchas más.

Ese es nuestro gran desafío, porque como diría Simón Rodríguez “Inventamos o erramos”.

Autores: Mariel Nuñez, Guillermina Roberto y Facundo Romero

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