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Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

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Por Claudia Saavedra. Trabajadora Social. Trabajadora del Ministerio de Salud. Subsecretaría de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias en el ámbito de la salud pública. Co-coordinadora del Área de Infancias y Juventudes. Coordinadora del Servicio Social Hospital Elina de la Serna. Coordinadora de la Consejería Integral Adolescente Hospital Elina de la Serna- Área Infancias y Juventudes.

¿Sabe una cosa m’hijo?
Nosotros vamos lento como en las procesiones…
Pero las procesiones van siempre p’adelante, nunca reculan.
Y lo más importante: vamos todos juntos y no dejamos a nadie en el camino.

Rudecinda Flores
Jubilada del Centro de Jubilados de Avellaneda
Dpto. Ischillin Córdoba

Mi experiencia profesional, se dio siempre en el ámbito de la salud pública, en contexto territorial y comunitario, hasta que llegué a un hospital hace cinco años. Esa impronta intenté incorporar al momento de pensar el trabajo desde el hospital recuperando problemáticas que veía en el territorio. Plantee ejes de trabajo como: trabajo en equipo e interdisciplinario, en red o sea el trabajo interinstitucional e intersectorial, corresponsabilidad y perspectiva de trabajo comunitario.

A comienzos del 2020 me incorporo a un Área nueva de la Subsecretaría de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias en el ámbito de la Salud Pública, dependiente del Ministerio de Salud provincial. Ese trabajo lo inicio junto a una compañera psicóloga con quien tengo mucho trabajo compartido y sintetizado, y con ella afrontamos el desafío de armar el Área de Infancias y Juventudes en Salud Mental a nivel de la provincia de Buenos Aires.

Al momento de construir un estado de situación advertimos la necesidad de revisitar las prácticas y analizar las perspectivas desde las cuales se piensan los tratamientos que en Salud Mental se ofrecen a lxs adolescentxs, viendo que muchos de ellos están pensados desde una perspectiva adultocéntrica y en muchos casos desde el modelo médico hegemónico[1].

Los ejes de trabajo que se diseñan intentan abarcar de manera integral las problemáticas de salud mental, teniendo presente lo que ello implica. El área supone un trabajo de formación, intercambio, recuperación de prácticas, participación de lxs trabajadorxs, sin el cual no es posible pensar una transformación que en nuestro caso intenta poner en discusión concepciones y prácticas muy arraigadas en la cultura institucional. Sumado a una revisión de las lógicas institucionales que funcionan como expulsivas, ya no alcanza con decir que no alojan o incluyen, no sólo en el ámbito de la Subsecretaría sino en todo el sistema sanitario.

Si analizamos la población de infancias y juventudes que plantean necesidades de atención de su Salud Mental, podemos visualizar aquellas que no llegan al recurso de salud que necesitan, a quienes llegan, pero no toman el recurso que les ofrecen, las que llegan y transitan los espacios terapéuticos (más allá del cómo); y, dentro de este último grupo, podríamos diferenciar las que se inscriben en la modalidad ambulatoria y las que son internaciones.

Nos preguntamos entonces: ¿Cuál es la causa por la cual muchxs de lxs niñxs y jóvenxs no llegan a la consulta en los hospitales y aquellxs que llegan no sostienen las ofertas y los tratamientos que las instituciones ofrecen?

El tema de abordajes en Salud Mental ha quedado como vacancia y los tratamientos vuelven a pensarse sin contemplar a las Infancias como construcciones sociales situadas, en un contexto social, histórico, cultural y atravesadas por las variables de desigualdad social, género y etnia. La situación se complejiza cuando pensamos la atención en crisis, en particular cuando se indica e instrumenta la internación que, en gran parte de los casos termina vulnerando los principios y garantías que sostiene la ley Nacional de Salud Mental. No se evidencian diferencias en cuanto a los abordajes en internación entre niñxs, adolescentxs y adultxs, excepto en lo farmacológico que parece ser uno de los aspectos priorizados en el tratamiento.

Para diseñar una política sanitaria en salud mental que se acerque a un abordaje de las infancias y juventudes, se debe partir de estrategias que contemplen la complejidad que hoy se presenta, construyendo    abordajes integrales en salud; construir en y con la comunidad alternativas a los circuitos que ponen a lxs niñxs y jóvenxs en riesgo, fortaleciendo las redes de contención en los lugares de pertenencia y al interior de las instituciones cuando no sea posible en sus lugares de pertenencia. Promover intervenciones que contemplen las infancias y juventudes de modo transversal, dispositivos que alojen, que se conformen repensando lo terapéutico en el marco de la restitución de derechos; incorporar la noción de cuidado y acompañamiento, pensando las infancias desde la complejidad que requieren los abordajes en salud mental con eje en la prevención, promoción, asistencia y formación.

Las respuestas hiper- especializadas no alcanzan y hay que pensar en términos de respuestas integrales. Esto implica articular con otros actores y sectores diferentes y también requiere pensar dispositivos que, a modo de puente entre las necesidades y los recursos, tengan la posibilidad de adecuarse a las singularidades y las complejidades que se presentan. En este punto es clave trabajar con las redes como estrategia   de articulación e intercambio entre personas e instituciones.  Los temas que nos preocupan invitan a pensar los abordajes desde una perspectiva comunitaria y con enfoque de derechos.

Es indispensable que las intervenciones con infancias y juventudes además de una experticia técnica específica, incorporen una clara idea de lo que significa abordar las situaciones de padecimiento mental, desde el rol de trabajadores de un Estado que tiene como función principal garantizar y restituir derechos. Incorporando la noción de cuidado y acompañamiento.

La organización de la tarea se inscribe en la regionalización del Ministerio de Salud acorde a las 12 regiones sanitarias en las que se divide el mismo en la Provincia de Buenos Aires.

El sistema de promoción y protección de derechos es nuestra columna vertebral; todo nuestro trabajo se basa en él y en el entrecruzamiento que las dos leyes (por un lado, la ley N°13.298 y por el otro la Ley Nacional N°26.657 de Salud Mental) se conforma un sustrato óptimo para el diseño del área y un abanico que permita una asistencia de salud integral que descanse en una perspectiva de restitución de derechos.

Frente a las demandas de asistencia en el comienzo se llevó adelante el acompañamiento telefónico, la gestión de recursos locales para asistencia en crisis o evaluaciones de situaciones complejas en domicilio. Trabajar desde la perspectiva comunitaria implica de algún modo dejar de pensar las estrategias de intervención desde lo individual y desde el centro, para empezar a pensarlas con los otros y desde los bordes incorporando, además, los recursos de salud con los que cuenta la comunidad en las estrategias de abordaje. Pensar lo comunitario, ya no como un espacio geográfico, físico, sino como un modo de hacer, entendiendo que las instituciones están inmersas y participan de la realidad comunitaria y su complejidad.

En resumen, los Nudos Críticos que identificamos son los siguientes:

  • Los abordajes integrales y con enfoque de derechos con niñxs, adolescentxs y jóvenxs.
  • Lo Comunitario como perspectiva de trabajo en contextos institucionales y barriales.
  • Articulación entre el primer y segundo nivel de atención.
  • La accesibilidad al sistema sanitario y a los servicios de salud mental.
  • La medicalización de las infancias.
  • Las internaciones y los procesos de institucionalización.
  • La participación de lxs NAyJ en las políticas públicas de salud mental que los involucran.
  • Infancias, Géneros y Salud Mental. La Perspectiva Interseccional como mirada estratégica.
  • La interrelación entre las políticas de infancias y las respuestas integrales del Estado. La formalización de las redes.
  • La corresponsabilidad y la mirada de las infancias y juventudes situadas en un contexto social, cultural, histórico atravesado por variables de género y desigualdad social.

Y por último los aportes disciplinares que podemos recuperar:

  • Capacidad de la lectura del escenario de intervención (considerando lo previo) “la panorámica”
  • En función de ello la posibilidad de realizar un adecuado recorte del problema, identificando todas las personas que actúan y sus correspondientes roles.
  • Una capacidad que identifico es cuando aún en lo colectivo podemos recuperar las singularidades de cada situación, (no universalizamos ni homogeneizamos)
  • A partir de allí, es nuestra tarea la de socializar y visibilizar con el equipo de salud estas singularidades para que puedan ser consideradas al momento de pensar las estrategias colectivamente.
  • Insistir en lo colectivo como posibilidad y potencia de recuperación.
  • Otra capacidad es la de enlazarnos, trabajar en red intersectorialmente y desde intersaberes.

 

Notas:

[1] Modelo médico hegemónico: entiende al padecimiento mental como una deficiencia biológica, se entiende como la creencia que es la única forma correcta de diagnosticar, explicar, atender y solucionar los problemas. Se basa en la eliminación del síntoma. Relación asimétrica médico-paciente. Concepción del paciente como ignorante o portador de un saber equivocado. El paciente como responsable de su enfermedad (culpar a la víctima). El paciente como consumidor pasivo.

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