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Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

Si sufrís violencia de género llamá al 144.

11 de julio de 2023

Introducción

El presente documento se propone compartir la sistematización de una práctica profesional en una Casa de Atención y Acompañamiento Comunitaria (CAAC), conveniada por la SEDRONAR con un movimiento político y social que la gestiona, en el conurbano sur de la PBA. Dicha sistematización la hemos realizado, en parte, en el marco de un trabajo final del seminario “Programa Abordaje de poblaciones vulnerables: habitar en la calle” organizado por FEDUBA y el MDSN

La CAAC es un programa de la SEDRONAR -Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina-, organismo a cargo de coordinar políticas públicas enfocadas en la prevención, atención, asistencia y acompañamiento de personas con consumos problemáticos de sustancias1– dirigido a organizaciones de la Sociedad Civil que abordan la problemática de los consumos de sustancias en forma territorial, integral y comunitaria. El espacio comunitario funciona como centro convivencial de día, sin alojamiento, de lunes a viernes de 9.30 a 17.30 hs. Este espacio atiende además la problemática de personas en situación de calle. El equipo de trabajo se compone de operadoras/es que acompañan la convivencia de la Casa y una dupla técnica compuesta por un/a trabajador/a social y un/a psicóloga/o que diseñan y ejecutan, conjuntamente con les operadores, la estrategia de acompañamiento enmarcados dentro de los lineamientos institucionales.

 

Breve caracterización de las personas en situación de calle y/o en consumo de sustancias

La situación de calle es una problemática social compleja que implica una multiplicidad de factores. Si bien podemos observar que lo habitacional es una problemática común en la población, hay otras vulneraciones que también la componen y reproducen. Como afirma Iorio (2019) “estar en situación de calle” se configura como una problemática social compleja atravesada por dimensiones económicas, sociales, políticas, históricas y culturales. Constituye una de las formas en las que se expresa la exclusión social en los contextos urbanos, caracterizada por diferencias económicas, desigualdades jurídicas y desafiliaciones sociales y que se traducen en vulneración de derechos. La profundización de la desigualdad social de nuestra sociedad ubica a las personas en situación de calle en condiciones de extrema vulnerabilidad y da lugar a que sean vistos como grupos “socialmente amenazantes y culturalmente estigmatizados” ( Touze en Iorio,2019)

Por su parte, entendemos a los consumos problemáticos como “aquellos consumos que —mediando o sin mediar sustancia alguna— afectan negativamente, en forma crónica, la salud física o psíquica del sujeto, y/o las relaciones sociales (…) Pensar a un consumo como problemático implica que el consumidor experimente problemas en algún aspecto de su vida”2 Por otra parte, consideramos que los consumos problemáticos se constituyen en el emergente de un sistema que, por un lado, impone consumo constante y por el otro estigmatiza y señala a ciertos sectores sociales que están cada vez más imposibilitados de acceder a determinados consumos y derechos. En este sentido, consideramos importante remarcar que el consumo problemático atraviesa todos los sectores sociales, ya que es una problemática social compleja multicausal, dinámica y heterogénea. Como afirma Comas y Arza (2000), en el uso de sustancias se produce siempre una interacción entre tres subsistemas: la sustancia como elemento material; los procesos individuales de la persona que toma posición ante la sustancia, y la organización social, incluso los componentes políticos y culturales, como marco en el que se produce la relación. En este sentido, podemos definir tipos de vínculos con la sustancia, tales como “uso, abuso y dependencia”, aunque estas diferencias expresan más una diferencia cualitativa respecto de las motivaciones y el contexto del consumo, que una diferencia cuantitativa con relación a la cantidad y la frecuencia de drogas consumidas. Estas diferencias dependen mucho más de las características de la persona y de su entorno que del tipo o cantidad de droga que se consume” (Touze, 2015) Es decir, cuando una persona se encuentra en una situación de consumo problemático es importante considerar su historia previa, ya que ese consumo no se vuelve problemático de modo repentino, sino que comienza a serlo cuando afecta la salud, los vínculos, los proyectos de vida de esa persona y su entorno. En otras palabras, en el momento en que la sustancia se convierte en un recurso cada vez más significativo.

En el caso de nuestro dispositivo, sobre una base de más de 130 personas que hemos entrevistado, un 71,2% manifestó un consumo problemático de sustancias, y alrededor de un 54% se encontraban en calle efectiva3. Pudimos comprobar en numerosas ocasiones el consumo problemático en personas en situación de calle, lo cual torna más compleja la intervención por la cronicidad y agudeza de la vulneración de derechos. 

Por lo anterior expuesto y frente a estas situaciones de vulneración de derechos, nos preguntamos sobre los procesos de subjetivación y desubjetivación que delinean las trayectorias de les participantes. En el proceso de acompañamiento, observamos que elles han elaborado un circuito socio-asistencial para obtener recursos, y, al mismo tiempo, van construyendo vínculos con otras personas, ya sean personas que transitan la misma situación o no. Es en este sentido que nos parece pertinente la idea de “la calle (…) como un escenario de vivencia y supervivencia en un continuo proceso de posesión y desposesión material y simbólica. La calle, en cuanto término polisémico, implica abrigo, un modo de vida en donde se constituye una compleja red de relaciones que se torna invisible para el conjunto de la sociedad” (Di Iorio, 2019: 26). No obstante, consideramos que les participantes tienen una subjetividad signada por la fragilidad y la contingencia, lo cual muchas veces entorpece o dificulta procesos de integración a proyectos colectivos. 

Puesta en acción del dispositivo. El abordaje integral en la estrategia de acompañamiento

En nuestro espacio de trabajo, siempre afirmamos a los participantes que nosotros “acompañamos procesos de cambio” de las personas que asisten. Para Ana Candil, acompañamiento significa “estar presente con el cuerpo junto a una persona que se encuentra en una situación desfavorable”. Implica reconocer al otre como un otre a la par, con sus tiempos y formas, con el desafío de no imponer o proyectar sobre él/ella lo que nosotres queremos para esta persona. Conociendo las necesidades que comparte y la lectura individual de su situación social; se acuerda iniciar un proceso de cambio tanto personal como grupal; entendiendo que, si bien en el plano institucional tenemos distintos roles, en el plano social consideramos que somos parte de la misma clase, aunque con distintas trayectorias.

La propuesta convivencial engloba las tres dimensiones que Fontela (2014: 99) desarrolla conceptualmente. Por un lado, la dimensión económica que está relacionada a la posibilidad de tener ingresos y/o bienes materiales. Las personas que asisten al espacio tienen garantizadas tres de las cuatro comidas del día (desayuno, almuerzo y merienda), duchas, y en caso de ser necesario, se llevan una vianda para la cena. A la vez que se acompaña y tramita todo programa o subsidio económico que la persona demande y sea compatible. También se hacen acompañamientos externos, generalmente a cargo de los operadores/as convivenciales, relacionados con distintos aspectos de la situación social de las personas. Esto implica que se realizan acompañamientos en salud, educación, capacitación en oficios y búsqueda laboral, situación judicial, acceso a programas sociales, articulación con paradores o algún lugar de alojamiento, gestión de DNI, entre otros. 

Otra dimensión de la “integralidad” refiere a una necesidad de relacionarse socialmente con otras personas y construir una identidad sobre esa base; implica la formación y el desarrollo de un sentimiento de pertenencia a grupos o comunidades (…) el apego a un colectivo determinado (Fontela, 2014: 99). En este sentido es que apostamos a la convivencia, en la cual se organizan ciertas actividades apuntadas a pensar rutinas más saludables. Asimismo, hay diversos talleres tales como boxeo, organización popular, yoga, percusión, panadería, entre otros. Estos van variando según el territorio donde se encuentre la casa y el interés de lxs participantes de la misma. 

Fontela reconoce una tercera dimensión de la integralidad, que se refiere a la participación, es decir la posibilidad de desarrollo personal y de superación del aislamiento; implica la participación efectiva y en condiciones de paridad en aspectos considerados valiosos, en particular en decisiones y actividades que influyen en la propia vida (…) además involucra el desarrollo de capacidades profesionales, culturales, recreativas y de intercambio personal (2014:99). En este aspecto sostenemos que la asamblea es una de las herramientas más importantes del dispositivo al igual que los talleres y espacios grupales, para promover procesos de participación. El día en una Casa comienza con el desayuno y la asamblea de apertura donde lxs jóvenes y adultos cuentan qué hicieron el día anterior, cómo pasaron la noche, cómo se sienten y qué van a hacer durante el transcurso del día. En la asamblea también se organiza quién va a realizar cada tarea de la casa (limpieza del espacio, preparación del almuerzo y merienda, etc). La autogestión de la organización de la casa por parte de lxs asistentes es uno de los elementos identitarios más fuertes de la rutina cotidiana. Es un indicio que da cuenta de que la casa se construye entre todxs. Se busca así poner en juego las lógicas del compañerismo, el respeto por el otro y la responsabilidad a la hora de asumir una tarea ya sea dentro o fuera de la casa.

¿Que buscan les participantes en la CAAC? 

“Me quiero dejar de drogar”; “Necesito ayuda”; “Mi familia me pidió que venga” 

“Vine porque Dios puso a este lugar en mi camino”

 A partir de nuestra experiencia, hemos vivenciado cómo, en varias ocasiones, algunes participantes presentan ciertas demandas en forma de reclamo hacia les trabajadores (con respecto a gestión de trámites, días de asistencia, entre otros). Presentan una postura demandante, pero después no hay una subjetividad que pueda responsabilizarse, a posteriori, en sostener lo que se demandó (lo cual termina aportando a la frustración de todes). “El equipo me va a dar la solución”, lo cual expresa que se sigue pensando o demandando para que sea ese otro (en este caso nosotra/os) quien resuelve el problema. Es un problema sistémico porque las instituciones parten de una concepción de “oferta-demanda”, o de atención a la demanda, que aparece de forma espontánea. Me duele algo, te doy “x” medicación. La solución viene de afuera. La sensación, muchas veces, es que esa demanda está más determinada por condicionamientos sociales o externos al sujeto, antes que por el deseo propio e implicado de cambiar.

Entendemos que estos fenómenos, son las expresiones de la cuestión social propias de una sociedad que promueve el individualismo, donde los lazos sociales e institucionales se debilitan. En este sentido, Ana María Fernández (1999) señala que, las discontinuidades institucionales y el vaciamiento económico de las políticas neoliberales, han dejado una marca en el funcionamiento de las instituciones, a las que califica como instituciones “estalladas”, desfondadas, con un creciente vaciamiento de sentido; y, como consecuencia de esto, las personas se alejan de “lo colectivo”. Este tipo de demandas tiene ciertas características en común: despolitización del problema y desconexión con otras problemáticas sociales, el énfasis en la carencia, en la imposibilidad, es decir, en sus incapacidades. Por otro lado, cómo trabajar la presión de ese tipo de demanda y quién maneja los tiempos, ya que se postulan de un modo muy urgente y de reclamo imperativo. 

Sumado a las características muchas veces individualistas, utilitarias, fragmentadas, prima, en relación a las problemáticas de consumo, una perspectiva abstencionista. Es decir, prima en el imaginario de les participantes sólo una opción: no consumir más, reprimir; lo cual, muchas veces, es algo más impuesto socialmente que deseado. Nuestra tarea no es problematizar el abstencionismo, ya que lo consideramos parte de una flexibilidad táctica, sino más bien, enfatizar la rigurosidad estratégica, lo cual tiene que ver más con que, por un lado, la sustancia no es un problema en sí mismo; y por el otro, la única forma y objetivo de abordaje  no es el abstencionismo sino la reducción de daños y riesgos para un buen vivir. 

En este tipo de demandas prima el sentido común, pero también es necesario en nuestra labor avizorar los “núcleos de buen sentido” que contradictoriamente aparecen en esta forma de demanda-reclamo. El sentido común, al decir de Gramsci “es un concepto equívoco, contradictorio, multiforme; es un producto y un devenir histórico, por lo que no existe una única versión de él. Definido como una expresión de la concepción mitológica del mundo (que) no sabe establecer los nexos de causa a efecto -como parte fundamental de la filosofía espontánea– es un saber inmediato, ligado a la resolución de conflictos o necesidades ocurridos en la vida cotidiana y que, por su cercanía a lo mundano, obstruye la reflexión profunda, crítica, trascendente que permitiría conocer causas mediatas e inmediatas de los sucesos.” El buen sentido incipiente aparece cuando la persona, en cierta forma de conciencia autónoma y crítica, se aproxima a concebirse como una persona que tiene derechos y que, es el Estado, quien debe garantizar en esta sociedad. 

 

A modo de reflexión

A lo largo del trabajo hemos realizado una caracterización de las personas en situación de calle y/o consumos problemáticos de sustancias que se acercan a la Casa y analizando la propuesta de abordaje del dispositivo en tanto proyecto integral. En este sentido, hemos dicho que estas personas sufren una extrema vulneración de derechos, sin embargo, consideramos que son sujetos activos, que permanentemente crean estrategias de supervivencia en los territorios que transitan. Dichas estrategias están enmarcadas en tramas de sociabilidad, aunque de carácter frágil e inestable. Dentro de la experiencia de la CAAC, intentamos identificar y reconocer esas tramas de sociabilidad con el fin de ofrecer un espacio que permita un proceso de fortalecimiento de las mismas, así como la problematización individual y colectiva de la situación, para la promoción y restitución de los derechos de las personas participantes.

El proceso de creación de este documento nos permitió problematizar ciertas naturalizaciones que en la vorágine cotidiana a veces se nos filtra en nuestras prácticas o representaciones. Una de ellas, refiere a una idea de que la inclusión de una persona en calle o consumos va a realizar un proceso de concientización social, en forma mecánica o lineal en la Casa. Sin embargo, la realidad es que el proceso de problematización y politización de una persona en situación de calle y/o con consumo problemático es muy incierto y azaroso. Allí, es donde la singularidad de cada persona es tan importante, y requiere de perseverancia, cuidado y convicción por parte del equipo en pos de acompañar dicho proceso. Otra de las naturalizaciones, muy ligada a la anterior, es suponer que les participantes tengan una mirada crítica acerca de las miradas estigmatizantes sobre la problemática social en torno a la calle y los consumos. Sin embargo, éstas personas, como cualquier otro sujeto, no están exentas de la sociedad en la que vivimos y de los valores sociales en los que nos construimos. Esto exige a los equipos un continuo trabajo de problematización de los valores sociales en conjunto con las personas que participan y la comunidad en general. Finalmente, y no menos importante, es la naturalización de que el carácter de la integralidad en los abordajes institucionales es algo dado, entendible unívocamente por todos los actores sociales. Nos olvidamos justamente de las trayectorias en las cuales han pasado por internaciones en comunidades terapéuticas, hospitales monovalentes, paradores nocturnos, entre otros, en los cuales las relaciones que se despliegan en estos espacios lejos están de la cercanía, la empatía, lo procesual, lo vincular, la transformación. Trabajamos con  una sensación muy prevaleciente de que se logra poco, y por tanto nos parece importante rescatar una idea: nuestra labor es, lamento mediante, más bien preventiva que prospectiva. El acompañamiento que se realiza evita un escenario donde la situación podría ser peor. Es decir, es más lo que se contiene que lo que se transforma. Se intentan reducir los riesgos y daños, y la sensación de que no se logra es de acuerdo a las expectativas extra-institucionales que prevalecen, al idealismo que reina muchas veces en las personas o más bien por los mandatos de lo esperable socialmente (dejar la droga, ser feliz, no estar en calle, etc.). Cuando parece que no hay nada, promover la construcción de nuevas subjetividades con rigurosidad estratégica es el desafío. 

Otro interrogante abierto es la relación entre la organización política y la política pública tercerizada. Creemos que ello no necesariamente nos otorga autonomía política para la intervención. Es decir, se puede pensar en una dinámica de autonomía-condicionamiento político hacia quienes trabajamos en dicho dispositivo. A pesar de que el abordaje es integral, esto se ve limitado por la orientación político partidaria de quien administra los recursos tercerizados del Estado. Además, creemos necesario repensar la relación laboral de les trabajadores del dispositivo con la organización política, signada por la informalidad laboral y sin posibilidad de sindicalización. Somos conscientes que somos empleades precaries del Estado, y que, como tal, debe asumir la responsabilidad total de nuestros derechos laborales, así como respetar nuestra autonomía como trabajadoras/es. Sería interesante continuar indagando sobre la paradoja de lo público popular y lo público estatal. La contradicción entre política pública y política partidaria. 

Para concluir, necesitamos problematizar la identidad atribuida del trabajador/a social que se centra en gestionar recursos, demandas. Necesitamos retomar, sin perder la eficiencia y la asistencia directa, nuestra responsabilidad ética para con la esperanza y la transformación social de raíz. Politizar nuestro acompañamiento siempre a tono con la población con la que se trabaja. Teniendo los cuidados pertinentes para no exponer a la población y, mucho menos, subestimarla.

Tal vez contar algunos ejemplos de las historias, personas, situaciones con las que trabajamos hubiese sido didáctico pero el espacio escasea. Hay que priorizar qué publicar, qué decir. Atravesamos de manera diaria profundas situaciones de injusticia, con realidades muy tristes, con la violencia de género y social como moneda corriente, con mucho dolor y rabia, impotencia, sufrimientos, frustraciones, cuerpos rotos y fragmentados. Nuestra apuesta es lograr que las representaciones que se traen del “adicto” de “ser de la calle” no las refuerce nuestro trabajo ni la institución, sino que se problematicen. La tarea, muchas veces, se trata de desandar cómo los objetivos para el proceso de salud que se traen fueron impuestos desde afuera y eso hace que se torne frustrante el proceso. Problematizar cuánto de nuestro acompañar está atravesado por un trabajo social acrítico. El abstencionismo como táctica opcional, la escucha como herramienta fundamental. Las problemáticas con las que trabajamos no serán resueltas a fondo en los términos que el propio sistema plantea. No nos sirve de nada que se usen buenas palabras mientras luego referentes de la temática plantean mentirosamente “rescatamos a 100 pibes por año de que no se droguen más”. Es duro decirlo y con esto no se pretende desesperanzar sino todo lo contrario. En muchas vidas el consumo de sustancias o incluso la calle como espacio de vida cotidiana, seguirá de diferentes maneras presente. El desafío pasa más por acompañar, sin más (ni menos) esas vidas, y proponer entre tanta oscuridad un pedacito de luz, una escucha, una esperanza, un construir junto a otres un proyecto de vida vivible, con mayor salud. Se trabaja con personas, no con números.

1 https://www.argentina.gob.ar/jefatura/sedronar

2 (Ley Nacional N° 26534, año 2014)

 3 Documento interno sistematización diciembre 2022

 

AUTORES: Fernando Capece, Nadia Castro, Adrian Giunta.

 

Bibliografía:

Candil, Ana (2021). El cuidado y el acompañamiento familiar como problema. Seminario CATSBA.

Comas Arnau, D. y Arza Porras, J. (2000) “Niveles, ámbitos y modalidades para la prevención del uso problemático de drogas” en Grup Igia y colaboradores Contextos, sujetos y drogas: un manual sobre drogodependencias. Madrid: Ajuntament de Barcelona yFAD

GRAMSCI, Antonio (1971): El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Ediciones Nueva Vision S.A.I.C

 Di Iorio, J. (2019b). ¿Cómo cuidar sin tutelar? Notas sobre un modelo de intervención en contextos de vulneraciones psicosociales basado en los vínculos. En E. Nelson Arellano (Ed.), Situaciones de calle. Abandonos y sobrevivencias. Miradas desde las praxis: Chile – Argentina – Costa Rica – México (pp. 25-47). Santiago, Chile: RIL. –

Di Iorio, Jorgelina (2019) Situación de calle-espacio público-uso de drogas : una aproximación al problema.  1a ed . – Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Intercambios Asociación Civil, 

Fernández Ana María (compiladora). (1999). Instituciones Estalladas. Eudeba.

Fontela, Mariano (2014). Integración o inclusión social. Revista de Políticas Sociales 1(0):93-101. 

Mendel Gerard (1972). De la regresión de lo político a lo psíquico. Sociopsichanalyse, Payot 

Touzé, Graciela. (2015) Las adicciones desde una perspectiva relacional. Programa Nacional de Educación y Prevención de Adicciones. Ministerio de Educación de la Nación

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