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Universidad Nacional Arturo Jauretche | Instituto de Ciencias Sociales y Administración | Licenciatura en Trabajo Social

Resumen

Este artículo analiza las características y las tensiones que rodearon la producción y recepción del informe Testimonios sobre campos secretos de detención en Argentina, publicado por Amnistía Internacional en 1980. A través del estudio de los testimonios de Oscar González y Horacio Cid de la Paz, se exploran las estrategias discursivas que buscaron dotar de verosimilitud a la denuncia, así como las sospechas que recayeron sobre los sobrevivientes a raíz de sus trayectorias prolongadas en cautiverio y sus vínculos con esquemas de trabajo forzado en los centros clandestinos. Se plantea que estas tensiones reflejan disputas sobre los parámetros de legitimidad y sobre las estrategias de visibilización del terror estatal en un escenario internacional. El análisis se apoya en fuentes primarias y bibliografía especializada, con especial atención a las disputas internas del movimiento de derechos humanos y al valor testimonial como herramienta política.

Palabras clave

Testimonio – Derechos Humanos – Terrorismo de Estado – Exilio – Amnistía Internacional

Artículo

Durante la última dictadura militar argentina (1976–1983), las Fuerzas Armadas y de seguridad desplegaron un sistema represivo clandestino que afectó a un amplio espectro de la sociedad. A lo largo del país, se utilizaron unidades militares, comisarías, cárceles y hasta viviendas particulares como centros clandestinos de detención (CCD), donde hombres y mujeres (militantes o no) fueron ilegalmente privados de su libertad, sometidos a condiciones inhumanas y, en muchos casos, desaparecidos (González Tizón, 2021). Aquellos que lograron sobrevivir al infierno de su cautiverio emprendieron el camino del exilio, que no solo funcionó como refugio geográfico para reconstruir sus vidas lejos del horror, sino también como una vía estratégica de denuncia a fin de visibilizar los crímenes de la dictadura (Alonso, 2022; Jensen, 2020).

En el exilio, los sobrevivientes encontraron el apoyo de las organizaciones partidarias y organismos internacionales que, a través de conferencias y publicaciones, dieron cuenta de la magnitud del dispositivo represivo. Con el tiempo, esta producción testimonial se fue consolidando en circuitos de difusión organizados por entidades ideológicamente diversas, como Amnistía Internacional (AI) y la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU), lo que revela un consenso en torno a la eficacia política de la producción testimonial como vehículo de denuncia. Este proceso de acumulación de saberes permitió hacia fines de la década del setenta consolidar un formato testimonial reconocido por la comunidad internacional como el más eficaz para organizar y comunicar la experiencia concentracionaria (González Tizón, 2021; Jensen, 2020).

En este contexto resultó clave el informe Testimonios sobre campos secretos de detención en Argentina, publicado en 1980 por AI en Londres. El documento reúne las declaraciones de Oscar González y Horacio Cid de la Paz, dos sobrevivientes que narraron su paso por diversos centros clandestinos de la Provincia de Buenos Aires entre 1977 y 1979. La experiencia concentracionaria es reconstruida de manera detallada a través de una organización temática, listados y el uso de croquis (AI, 1980).

Esta estructura buscó dar credibilidad al relato y convertir una vivencia subjetiva y fragmentaria en una denuncia eficaz. En este proceso de traducción del horror, se advierte la influencia de una gramática visual y discursiva asociada a la memoria del Holocausto. La evocación del “campo de concentración”, la figura del sobreviviente y el uso de la categoría “exterminio” no son azarosos: operan como claves retóricas que remiten al pasado nazi y que buscaban generar empatía e identificación especialmente en Europa, donde el informe fue difundido (Jensen, 2020). Tal como advierte González Tizón (2021), esta transposición no solo legitimaba el testimonio argentino, sino que lo encuadraba dentro de un paradigma de inteligibilidad previamente establecido por el campo humanitario internacional.

A partir del testimonio de los sobrevivientes, el informe identifica CCD como Club Atlético, Banco, Olimpo y Omega, y menciona la existencia de otros “campos” reconstruidos a partir de relatos de cautivos que compartieron encierro. Estas referencias permiten dimensionar la extensión geográfica del aparato represivo y comprender su funcionamiento como un sistema articulado (AI, 1980).

Además de su dimensión territorial, los testimonios describen la vida cotidiana en estos CCD (donde los detenidos eran sometidos a torturas físicas y psicológicas), sino que también revelan aspectos del funcionamiento interno del aparato de represión: la conformación de los grupos de tareas, la elaboración de legajos con información de los secuestrados y su clasificación según categorías de peligrosidad. Un punto central es el análisis del término “traslado”, inicialmente asociado por los detenidos a una posible legalización, pero que con el tiempo fue comprendido como sinónimo de asesinato. La mención de prácticas como la inyección de “Pen-naval” o los “vuelos de la muerte” da cuenta de un saber construido en condiciones extremas de encierro y transmitido entre sobrevivientes (AI, 1980; González Tizón, 2021).

Esta narrativa de la experiencia se ve reforzada por elementos materiales que sostienen la veracidad del relato: objetos personales abandonados, registros con anotaciones sobre la “disposición final” o planillas con la “resolución final del caso”. En su conjunto, estos indicios configuran lo que podría denominarse una auténtica arqueología del horror (AI, 1980).

Sin embargo, la recepción del documento estuvo atravesada por tensiones que no pueden explicarse únicamente por la coyuntura represiva. Un elemento central para comprender estas disputas es el perfil de los sobrevivientes que elaboraron el testimonio: a diferencia de quienes denunciaron tempranamente a comienzos de la dictadura, González y Cid de la Paz atravesaron largos períodos de cautiverio y, por lo general, estuvieron implicados en esquemas de trabajo forzado dentro de los centros clandestinos. Este recorrido vital generó, entre ciertos sectores del movimiento de derechos humanos, suspicacias respecto de su comportamiento en el encierro y sobre la eventual posibilidad de haber establecido vínculos funcionales con los perpetradores.

Como advierte Crenzel (2014), este tipo de testimonios, elaborados en pleno exilio y bajo condiciones de fuerte presión, fueron mirados con desconfianza por aquellos actores que sostenían la consigna de “aparición con vida” y que consideraban que cualquier referencia a la eliminación física podía ser utilizada por la dictadura para legitimar la desaparición como un hecho consumado. La publicación del informe en 1980 se produjo, además, en un momento en que la dictadura avanzaba con leyes que habilitaban la presunción de fallecimiento de los desaparecidos, lo que intensificó los cuestionamientos. Así, el informe fue tildado de siniestro y sus autores, señalados como colaboracionistas.

Estas tensiones no sólo reflejan una disputa política sobre la estrategia de denuncia, sino que también exponen los dilemas éticos y epistemológicos en torno a los criterios de verosimilitud del testimonio. La sospecha sobre los sobrevivientes muestra cómo la legitimidad del testigo no estaba dada, sino que debía ser construida, disputada y reconocida en un campo de recepción fragmentado y atravesado por profundas diferencias (Alonso, 2022; González Tizón, 2021).

La desconfianza hacia los sobrevivientes obstaculizó por años su reconocimiento como testigos legítimos, especialmente dentro de ciertos sectores del campo militante revolucionario, donde primaba una lectura rígida sobre las condiciones de resistencia y sobre los límites aceptables de la conducta bajo encierro. No obstante, en otros espacios —como los organismos humanitarios internacionales— la palabra de los sobrevivientes fue reconocida desde un principio como un aporte fundamental para la reconstrucción de lo ocurrido.

Tras el retorno a la democracia y la apertura de los juicios por crímenes de lesa humanidad, los sobrevivientes adquirieron un rol central como testigos, ofreciendo una memoria situada que fue decisiva para reconstruir el dispositivo represivo: localización y características de los CCD, la identidad de quienes estuvieron en condición de detenidos-desaparecidos y de los perpetradores de torturas y asesinatos. Sin embargo, su reconocimiento como víctimas de la represión quedó en un segundo plano ante la atrocidad del crimen de desaparición forzada de personas. Fue recién a partir del avance de nuevas investigaciones científicas, del reconocimiento judicial de sus testimonios como prueba legítima y de políticas de reparación que se comenzó a revertir esa jerarquía en el universo de la represión (González Tizón, 2021; Crenzel 2014).

A más de cuarenta y cinco años de su publicación, el informe de Amnistía Internacional conserva una potencia testimonial y política ineludible, no sólo por lo que enuncia, sino por las condiciones en que fue posible hacerlo. Producido en tiempos de dictadura y desde el exilio, su valor reside tanto en el registro detallado del circuito represivo como en las estrategias narrativas y discursivas que buscaron dotar de legitimidad a una voz vulnerable, disputando sentidos en un campo de recepción fragmentado. Lejos de ser un documento cerrado, el informe invita a seguir interrogando las mediaciones, los silencios y las operaciones de construcción que modelaron la denuncia del terror estatal argentino en clave transnacional.

 

AUTOR:

Autor: Kevin Hemmings

Universidad de Buenos Aires – Facultad de Filosofía y Letras

Bibliografía

Alonso, L. (2022). La identificación del movimiento social. En ‘Que digan dónde están’ Una historia de los derechos humanos en Argentina (pp. 65-102). Buenos Aires: Prometeo.

Crenzel, E. (2014). Desaparición, memoria y conocimiento. En La historia política del Nunca Más: la memoria de las desapariciones en la Argentina (pp. 27-52). Siglo XXI: Buenos Aires. (Obra original publicada en 2008).

González Tizón, R. (2020). Los desaparecidos empiezan a hablar: Una aproximación histórica a la producción testimonial de los sobrevivientes de la dictadura argentina desde el exilio (1976–1983). Revista Páginas, 13(31). https://doi.org/10.35305/rp.v13i31.475

Jensen, S. (2020). La dimensión trasnacional de la cuestión argentina: exiliados, redes humanitarias y denuncia antidictatorial (1976-1981). En Águila, G; Garaño, S; & Scatizza, P (Coords.). La represión como política de Estado. Estudios sobre la violencia estatal en el siglo XX (pp. 197-218). Buenos Aires: Imago Mundi.

Amnistía Internacional. (1980). Testimonios sobre los campos secretos de detención en Argentina. Barcelona: Publicaciones de Amnistía Internacional.

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